lunes, noviembre 14, 2005

Pulsiones

Un trueno retumba entre fachadas de edificios muertos, una nube llora grises gotas, un hombre grita buscando libertad. Otra postal de tormenta.
Veo la luz, veo un brazo luminoso recorriendo el cielo y muriendo, porque sé que muere, en una tierra oxidada.
¿Estoy triste? No, no es eso. Estoy… perdido.
El hombre grita. Alarido mudo que nunca abandonará su boca, retorciéndose en la lengua muerta. Palabras no dichas, que jamás perderán la virginidad del pensamiento.
La lluvia explota al fin, ¿o no explota al tocar el suelo? Y yo, aferrado a la baranda del balcón, recuerdo años en que no quería que la vida, la pulsión de mi ser a través del universo, siguiera su curso, ¿o quería sin saber lo que ahora sé?, ¿o no sabía querer lo qué siempre quise? Lo que tengo. Lo que soy.
¿Quién soy? ¿Qué soy?
Un hombre empapado en un balcón gritando sin hablar. Esperando. Un par de manos, dos, que se mueven sobre un cuaderno anotando símbolos que perderán su significado con el tiempo, olvidados al fin, intraducibles en la eternidad.
Soy uno que no quiso seguir esperando por y que descubrió, porque sucedió así, la paciencia de la muerte, su potencia, su cercanía. Quitarse el aliento no es posible, no es… real. La vida es una compañera efímera que sucumbe al cabo de los años. La muerte nunca muere, es una carga imperecedera de la cual –aun intentándome original- no podré escapar.
Pero aquel día pude.
Sí, pudiste envase carnal. Y aquel día aprendiste a ver la magia del trueno que retumba, de la nube que llora, del hombre que grita buscando libertad.
¿Quiere librarse de la carne?
No.
Desea otra libertad, la que reafirma que un hombre existió y tuvo su nombre; un hombre que soñó, sintió y vivió y murió escribiendo sus sueños, sus sentimientos, sus recuerdos; su vida. Esa es la libertad que siempre quiso y encontró en el azar, en la ola mal surfada, en la caída, en el fondo de piedra. Pero pudo escapar, encontrar la potencia de la vida: el humo que se forma en la nariz en un día húmedo; el miedo que acelera el pecho en la noche; la confianza de que cada deseo se hará realidad porque esa es su voluntad, la mía. A pesar de todo, a pesar, incluso, de mí. Mi libertad: esta noche, este balcón, el frío que me eriza la piel, el torso desnudo, el viento, la ciudad, la lluvia.
Sentir el universo que me rodea, me toca, me siente ser.
Y nada más.




Para vos enana que estás ahí, leyéndome.

9 comentarios:

G. dijo...

¿Cuántas tormentas hay en una vida?
Digo, ¿Cuántas soportamos y cuántas quedarán por soportar?.
Y más allá... ¿Cuántas más habrá cuando nosotros ya no nos paremos en el balcón, demidesnudos, en carne y hueso?.

Perdón por el exceso de preguntas, hoy me siento en la etapa del "¿Por qué?". No puedo evitarlo.

Unknown dijo...

wachi: estoy muy roto para contestarle. Ayer hubo luna, y la luna inspira, el brillo azul, las sombras en la cama.
En fin.
Cordialmente,
Yo.

Polonia dijo...

amé la frase del humo en la nariz los días húmedos.
además coincido: la percepción del universo ocurre a través de los estímulos más pequeños.

Unknown dijo...

cronopio: la vida ES una acumulación de momentos, el que espera el evento grandilocuente, la gesta, la batalla heroica, se pierde una buena porción de la gracia de vivir.
Cordialmente,
Yo.

P.D: hoy me parece vuelve a pintar el humo en la nariz, ¿no?

Anónimo dijo...

Una buena tormenta, digo yo, no se le niega a nadie.

Unknown dijo...

la_marie: le agradezco el cumplido, ojalá se repita su visita y la de sus conocidos, de conocidos de desconocidos.
A.E: las tormentas son, para todo mono surfero, el mejor desafío y la mayor impresión. Negarlas parece imposible.
Cordialmente,
Yo.

Unknown dijo...

¡Oh!
Ha dejado el anonimato, bienvenida a este callejón virtual.
Cordialmente,
Yo.

Anónimo dijo...

Es mejor estar roto, perdido por un tiempo porque es ahí donde uno resiste anónimo, inseguro para luego saborear otra vez los placeres, ah! ya he olvidado todo eso.
N.

Unknown dijo...

idoru: resistir, sí. Algo así.
Cordialmente,
Yo.

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