sábado, septiembre 30, 2006

Mi diario, in extremis

Hay algo inquietante en la soledad. Algo que recuerda al miedo a la muerte. Uno siente que la sociedad empuja hacia afuera, hacia el margen, con una fuerza despiadada.
Después, el estigma del mea culpa aparece para convencernos de que la soledad, como todo lo malo que nos ocurre, es consecuencia de nuestros errores.

La inquietud se invierte; empezamos a temerle a los otros, y a despreciar la vida.
Mi diario, agosto 29 de 2006

viernes, septiembre 29, 2006

Sin retorno

El tipo pensó que apoyar en el bondi no era un crimen.
Aprovechó la volada para arrimar el bochín, haciéndose el distraído. No se dio cuenta de ése pibe, el que tenía un feo gesto de incomodidad.
El apoyador no podía, no quería saber que existe el mal humor en el bondi mañanero. Encima, el joven caballero andante de feo gesto buscaba una excusa, una mísera excusa, para agarrarse a palos.
El apoyador se ligó unos bifes, bien merecidos y bien cocidos; la joven doncella agradeció con abrazo y beso en la mejilla.
De mientras meditaba yo, desde el fondo del bondi, que algunas consecuencias de la fugacidad contemporánea tienen, al menos en este ejemplo, desenlaces macanudos.

jueves, septiembre 28, 2006

Paradoja

Tanto pensar en formas alternativas de pensamiento me está volviendo monotemático.

miércoles, septiembre 27, 2006

Imprecisión

No es exactamente negro, digamos un más(ocre). A la final, el resultado es el mismo.
Es el eterno problema de mi escritura, se vuelve imprecisa cuando le apunto a lo concreto. Porque si hay algo que no tengo es concreción.
Siempre me excuso, en el tayer ¿vio?, con eso de que tengo una imagen en la cabeza y procuro sacarla pero ella no quiere salir. Y entonces pasa esto: una imagen mental necia me hace decir giladas. Y las digo como si tal cosa, más por falta de criterio que por ser repetitivo.
Cuando releo lo dicho o escrito, me pregunto ¿usted le entiende?

Ma' sí, yo le posteo igual.

lunes, septiembre 18, 2006

Y dicen que vuelve,
sí,
en un blog negro,
como la noche misma.

¡Y quién sabe! Si volvieron Ulises y Perón, y hasta Rosas (después de muerto).
¿Por qué no han de volver los pájaros?
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