viernes, noviembre 04, 2005

Confesión

Debo confesarlo: toda persona inserta en el sistema laboral argentino -que carece de coronita- está acostumbrada a correr, a esquivar las punzadas fálicas cotidianas. Estocadas arteras, cobardes y dolorosas. Uno se acostumbra a correr, demencialmente perseguido por la perfección laboral, los reportes, el kilombo -¡qué lindo el kilombo!, ¿no?-. Después, en casa, viene la parte del ermitaño: un loco que escribe encerrado, dejándose crecer la joroba, casi cegado por la radiación del monitor. Tomando agua a mares y pidiéndole a su novia que baje la tele. Ese soy yo. Aunque no parezco tener una visión muy bonita de mí, en verdad me confío mucho. Y me cuento cosas, mientras medito en mi inodoro de porlan. Es muy importante la meditación escatológica, uno se deshace en cagadas, sin tapujos. Resulta gratificante.
La introducción se debe a que los contratiempos, desagradables zancadillas del destino, me tienen a maltraer esta semana. Sucede que unos amigos y yo -supuesto redactor en jefe, nefasto redacto en jefe debería leerse- decidimos armar una revista. Todo va bien, todo muy lindo pero cuesta tanto. Resulta que me desperté a las cinco y media de la mañana y ya no pude dormir. Tiré el vaso de agua que tengo junto al colchón -dormimos en colchones en el piso, es una larga historia-. Empapado, me quedé sentado preguntándome cuando obtendría justicia de la vida puerca*. Intenté convencerme en la oscuridad:
-Pero si sos un pibe ocurrente, che.
La ausencia de organización, la inexperiencia y la ansiedad me descarcararon esta semana que, por lejos, se perfila como la peor de mi existencia. Tengo confianza en que, una vez pasada la tormenta, me dejaré llevar por olas de satisfacción. Sí, olas dije. Es que todas mis metáforas tienen que ver con eso, con el mar. De ahí los pájaros.
Estamos de estreno: revista, sistema nervioso, sommiers, marca pasos, estrés, metafísica y esto: mi catarsis. Por suerte no tuve necesidad de estrenarme ahí atrás, abajo.
Allá viene el domingo, lo veo llegar. Acá estamos nosotros: pájaros en la sal con monturas de espuma. Aguardando el momento indicado, el envión.

"Cuando se abre la boca, la oscuridad se mete entre los dientes y pasa por
la lengua y la garganta y llega al estómago.
La oscuridad tiene espinas, pero para que pinche hay que tragársela, que
la oscuridad no pincha en la piel, sino dentro del cuerpo, en las tripas".
José Soler Puig.



*Homenaje a Roberto Arlt.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

A correr, a esquiva para el proximo envión, cuando estes en vuelo todo lo demás será olvidado.
N.

Unknown dijo...

idoru: ¡el famoso corre qué te caga! Y sí, no puedo negar que en el fondo me gusta, esto de las emociones fuertes.
Cordialmente,
Yo.

J dijo...

Me sacaste una sonrisa...de...como decirlo, de resignaciòn.

Un viernes por la tarde.

nji dijo...

Yo tuve una mañana asi, hace dos meses, y un poco peor. Tantas sogas atandote a tanto y tirando, todas esas presiones, estudios, trabajo, pareja... exploté. Bah... si puede entenderse como explotar: pasar tres horas mirando un pantano, en un lugar apartado de la ciudad.
Recien termino Los Siete Locos, de Arlt.

Unknown dijo...

j: sonreír un viernes puede definir si salimos o nos quedamos en casa. Eso sí, no se me resigne a la cagada, ¿estamos? Que este viernes empezó movidito.
nji: mirar un pantano durante horas no debe ser muy diferente de enclaustrarse con el Civ III. ¡Qué casualidad! El borrador de Los siete locos se llamaba La vida puerca. Le cambiaron el nombre por cuestiones marketineras.

Unknown dijo...

¡me olvidé!
Cordialmente,
Yo.

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