miércoles, abril 26, 2006

Previsores

Eran tres y se creyeron geniales, por eso enterraron un cofre lleno de sus obras como legado para la posteridad. Mil años después alguien lo encontró, convencido de que había descubierto una cultura ignorada, antigua.
¡Y claro!, con la letra que tenían esos tres, ¿quién hubiese pensado que eso que escribieron era castellano?

Y... e' así noma'.

Cuando la liebre picó en punta muchos apostaron contra la tortuga, Juancho no. Era el peletero de la aldea y, tal vez por eso, sabía muy bien que la liebre era rápida y genial pero inconstante. Sus descendientes viven de rentas, porque el humilde peletero compró un montón de campos con la ponchada de guita que apostaron los demás giles.
Esta historia no tiene moraleja -¿la esperaban?- Juancho tuvo culo o vio una oportunidad, ¡qué carajo importa! Lo cierto es que zafó gracias a una tortuga voluntariosa que ningún camionero pisó.

viernes, abril 21, 2006

Y se atrasó otra vez

No te digo, no me suicido porque tengo los huevos tan hinchados que no paso por ninguna ventana.
¡Pst!

Estrujamiento

Claro, recibo un llamado a las 3 de la mañana -compañeros de laburo en pedo, en Córdoba- y eso me hace reflexionar -¿vio?- sobre cuán injusta puede ser La Vida con un pretencioso pseudo-escritor-desconocido que se pasa noches enteras transcribiendo pelotudeces. ¿Acaso hay una medida máxima posible de injusticia-literaria? Digo, ¿se puede ser literalmente injusto?
Ma' sí...
Y es así porque, por la mañana, uno se pone el poncho de monito-sacaYpone-plaquetitas y se larga a laburarla, con resultados disímiles. El entorno confunde las plaquetas, ¿vio? y uno termina poniendo lo que pretendía sacar o se olvida el instrumental adentro del paciente. En algún punto del camino uno se dice:
-Yah man, estoy jugado.
Y capaz que al final se entrega o, también, la sigue de puro necio. Lo importante -además de no perder la alegría de vivir, querido Julito- es que uno debe buscarla siempre y, llegado el impreciso momento de la encontración, hay que esforzarse en reconocerla. Sucede -y mire que sí- que se la tiene ahí, enfrente, y no se la reconoce.
El mayor escollo para reconocer la felicidad -yo diría- se haya en la tendencia nostálgica del ser nacional.
¿Entonces qué?
Bueno, como hoy, que es un día de despertares complicados y malhumores diversos y que vino con sobrecarga -o sin ella-, uno debe insistir por el mero hecho de que tal vez sí-o-sí, entonces la esperanza, capaz que la pegada... ¿se entiende?

martes, abril 18, 2006

Metamorfosis metódica.

-El recambio permanente sugiere un ingenio constante de parte de quien lo padece. Obligado a la reinvención cotidiana el sujeto adquiere versatilidad y algo más, como una gracia irónica.
Los mails del Daro, 2005.

martes, abril 11, 2006

EU! - Segunda entrega

Hay olor

Hay olor.
Se huele en todos lados un tufo insoportable, como a rebaño de patovicas ejercitados. Sí, mezcla de macho cabrío y chabón musculoso, un poco descerebrado. ¡Ojo!, no todos son así aunque muchos patovicas -o al menos el estándar patoviqueril rompecráneos- sí se amolden al paradigma de fortachón idiota, con ínfulas de seductor.

Sigue el olor.
Ese almizcle hormonal, tal vez, o una cosa parecida que me supera. No, no me supera, me derrumba de mi pedestal, haciéndome ver la realidad de la calle: somos tan pocos los que no les creemos. Porque para claudicar y perfumarse al pedo hay que... ¿a quién puede importarle lo que digo? Soy un internauta en un mar de internautas, un cero perdido en este universo binario donde cada apodo es un enigma irresoluto. No importa si a nadie le interesan mis dichos, me interesa a mí decirlos, sacármelos, liberarme, porque es verdad que yo, a usted, no le creo señor vende-celulares, ¿para qué necesito un aparato con cámara, filmadora, palm, reproductor de mp3-avi, radio-reloj, eh?, ¿para qué carajos lo necesito? Tampoco le creo a ese otro que me habla de tablas-de-lavar-abdominales o maquinitas ejercitadoras de culos. Me siento bien en mi flacidez que se opone al raquitismo de la moda.

Pero hay olor.
Como una pesadez rancia que inunda los lugares por donde camino, al principio la creí una palometa, ya saben, el efecto de un pedo fortachón, como un exceso en la ventosidad que libera, bueh, eso que debe liberarse por debajo. La cosa es que, pensando en la palometa, me acusé de portación de pestilencia y al final me convertí en pedorro, autocensurándome:
-Cerrá el orto nene, por ahí se escapan cosas desagradables.

Todavía hay más olor.
Después me indulté, total, en este país es muy fácil indultarse. Me indulté y empecé a oler para los costados, aquí y allá descubrí culos olorosos, cuerpos roñosos en gente bien, dedos asquerosos en manos limpias, pitos sucios en los célibes, en fin. Ése no era el problema, no, la cosa exudaba de otro lado, más alto, más siniestro. De alguna manera supe que el tufo les salía de la cabeza y, como quien no quiere la cosa, me apropié de un oreja. Era una oreja acostumbrada a escucharse a sí misma, una inverosímil oreja acostumbrada a hablar, mucho.
Ahí sí que había olor, buena mezcla entre olvido y pestilencia, combinación perfecta entre adoctrinamiento y ausencia de cerebro, o renuncia o, simplemente, docilidad. ¡Y claro!, me puse a gritar como loco, imagínense, saber que el mundo renuncia, o se ensucia o, simplemente, se deja estar. Grité:
-Oficial, agárrelos, son culpables de engranajecismo, estos boludos se entregaron, ¿me entiende?, no aportan, no... ¡NO! ¿Qué hacen? ¡A mí nooooo!

Ahora sí hay olor, en este cubículo.
Cárcel comercial de la que no piensan largarme. Me encerraron a mí -¡qué hijos de puta!- por gritón, vocinglero y alborotador de la vía pública. No me iban a permitir vomitar a causa de la barusa, no, porque la barusa no existe, es una alucinación mía.
Así nació la idea de vaporizar desodorante entre sus tímpanos -capaz que así aflojamos el hedor de su gilidad-. No sé si el perfume los ayudará a curarse, tal vez sí, tal vez sientan un aroma distinto y, después, critiquen el tufo a caca que exudan por las orejas, ¿quién sabe?
Lo importante es hacer algo, porque hay olor -y mucho- pero ahora descubrimos que para evitarlo tenemos que movernos, ventilar las cabecitas, ¿vio? Cómo hace la máma con las casas viejas o húmedas. Ventilar, eso, un aire nuevo que se lleva la barusa.

Órbitas

Cuando la ola se curva
la espera se convierte en ansiedad,
y el brillo se deshace en espuma.

Sin poesías temorosas

Soy un tipo con miedo
Miedo a posibilidades y derrotas
Miedo a mis errores
Miedo a mis renuncias
Soy un reflejo que la realidad devuelve deformado
Y sin embargo soy
Sin poesía.

El miedo es el alimento de mi mundo
Mi fortaleza de cristal y aire se sostiene en ese miedo.
Un sentimiento que crece con cada letra
Sumando palabras
Creando renglones de temor
Hasta completar noches de insomnio.

Soy a pesar de mis inseguridades
Y sueño
Y pienso
Y siento que la verdad se abre paso
Y crece la certeza
Del sentimiento
De pensamiento
Tatuándome anhelos en la piel.

Un tipo que sabe
O cree saber
Que en la escritura yace la esencia
El ansia que lo obliga a ser
Simplemente
Un hombre con miedo, y esperanza.

sábado, abril 08, 2006

Incógnita II

-Y sigo con ganas de irme.
Mirada de nada.
-Dejate de joder, vos no te vas porque no sabés vivir en libertad.
Mirada de odio.
-¿Querés probar?
Mirada reflexiva.
-No, mejor no. Quejate todo lo que quieras.
Mirada satisfecha.
-Ya es hora, mañana cuelgo los botines.

Introvertido

La sensación esa, como si el cansancio tomara forma física en mí. Sólo escapa la mente, atrapada en un envase que exige reposo.

viernes, abril 07, 2006

¿Cómo será el final?

Si supongo -y tal vez suponga bien- que la vida es un piolín que uno va desenrollando, presiento que el final debe ser esa maderita cilíndrica, como uno recuerda en aquellos barriletes de papel y madera, esas maquinitas voladoras que nadie remonta ya, en ningún barrio. Y supongo así el final de mi vida, como un palito atado al piolín que un día se suelta y ya está, ya fue.

Onímidos

Seres imaginarios, sutiles, creados por la imaginación de una persona. Sentimientos que toman forma psíquica e invaden nuestras noches, en forma de sueños. Tenéles miedo, un día pueden llevarte al borde de la realidad, abandonándote en la soledad de la inconciencia. ¿Cómo encontrarías el camino de regreso?

-A ver si entendí; la ensoñación es la contrapartida de la realidad. Mi yo-imaginado es la némesis de mi cuerpo. Al entrar en mis sueños se disocian la mente fáctica de los deseos, por eso no recuerdo nada del mundo desvelado, ¿sí?
-No entendiste un carajo.
-¿Y cómo es entonces?
-En la ensoñación no hay cómos enseñables. Las cosas suceden, no son reproducibles. La mera existencia de nuestro pueblo y de la ensoñación llena de significado El Sueño Humano. Algo nos impulsa a escapar de la cárcel corporal para llegar hasta aquí, ¿qué es ese algo? no puedo saberlo.
Hubo un instante de silencio.
-¿Y Nicte?
-¿Nicte qué?
-Digo, las Fronteras son una creación suya, ¿no?
-Sí...
-Bueno, ¿qué interés tiene en que olvidemos nuestra memoria material?
-No sé, pero acordate que boludos e hijos de puta hay en todos lados.

Metralleta de citas (24)

Los sueños son verdades. Confíe en sus sueños. Son la segunda posición de su conmutador interno. En la primera usted está despierto, y mira hacia afuera. En la segunda también está despierto, y mira hacia adentro.
El fondo del pozo, Eduardo Abel Giménez.

Crea tu propia novela

Para aquellos que no queremos a Dan Brown (pero regalamos sus libros) recomiendo Una parodia del código y después me cuentan.

miércoles, abril 05, 2006

Buscando el efecto

1
Y sí, todos lo hacemos, buscamos el efecto bloguero, los seis mil visitantes, los quichicientos millones de comentarios.
¿Para qué?
Sube la autoestima, no sé, no sé. Tal vez uno quiere lucirse, ¿vio? La egolatría cotiza en alza en este mundo. El domingo hablábamos sobre ello con los beat-radio-boys y me quedé enganchado, convencido de que, sí, mucha gente busca el efecto blogueril en forma de visitantes, comentarios o links.
¿Entonces?
Sigo sin elaborar respuestas claras, pero niño errante desarrolla conceptos, siempre, le gusta investigar(se) respecto a sus dudas. Lo considera importante para su progreso como ente-internáutico-blogueril. Entonces vuelve a su esperpento digital y escribe, dos puntos, siempre abre con un dos puntos porque le parece académico. Acá estamos otra vez hablando de un incógnita que no dominamos del todo, coma, ¿se puede dar una respuesta sobre una duda? Cerramos el signo de pregunta, coma, ¿y yo qué carajo sé?
¿Ya se dieron cuenta de que somos eso, no?
Entes-internáuticos-blogueriles. Llenamos nuestras parcelas digitales de textos pseudo-satánicos en un intento por leernos originales.
¿O realmente lo somos y el mundo no nos aprecia como tales?
Mundo alcornoque este, encima medio chicato. ¡Acá toy, acá tamos, mi genialidad y yo! No hay caso, ni me mira y no quiere ir al oculista. Así nunca me verá.
Este blog comenzó, ya harto de decirlo, como una prueba para quien escribe -¿que opinarán los otros, los otros otros, de mi escritura?- porque se sentía torturado por inseguridades propias. Agotado el primer propósito este sitio ya no tenía mucho sentido pero lo encontró a través de la catarsis, y continuó su desarrollo como un ente-comunicacional que discursea por mí -¿en verdad habla por mí o es sólo otro de mis medios?- cuando ya no tengo voz o ganas de usarla.
Todo muy rico, todos somos pibas y pibes buenos pero hay algo que sigue sin gustarme en toda esta parafernalia comunicativa; muchos macanudos y macanudas, hablamos bello, escribimos sublime pero... ¡nadie dá la cara, viejo! Y nadie se queja de que nadie dé la cara. Lo que me obligó a plantearme la importancia de la cercanía física en una amistad contemporánea.
¿Es tan importante? ¿Soy un anacronismo? ¿El ser humano se despersonaliza tal cómo me harté de leer tantas veces en la ci-fi?
Bueh, bueh, bueh... Esto ya se fue al carajo. Lo antes citado, doblemente dicho, acá se escribe porque el autor necesita expresarse -a veces en contra de lo que el autor desearía expresar- y el efecto obtenido no se estima en comentarios, links o cosas parecidas. Acá se prefiere a la gente de carne y hueso, a la vieja usanza, porque rechazamos lo posmo, ¿vio? Y somos rencorosos, caracho.
¡Qué le vamos a hacer!, es la era digital y acá estamos, los jovatos, para adaptarse y comprenderla, y, también, por qué no, para acercarle una mirada crítica de viejo resentido a quien, ciertas cosas, nunca terminarán de agradarle.

2
Algunas preguntas.
*¿Quiénes buscan comentarios y visitas son los marketineros de la blogesfera?
*¿Necesitamos que nos escuchen, siempre?
*¿Por qué cornos te armaste un blog?
*¿Por qué visitás otros blogs?

3
Algunas conclusiones.
*Escuchando Inspiratio (Gipsy Kings) me avivé de que esta semana me dejó agotado. Recuerdo aquella vieja frase: la metafísica es una consecuencia del mal humor. ¿Fue Pessoa?
*Todo lo escrito anteriormente es una falacia, en realidad buscaba lograr un golpe de efecto jugándola de tipo serio.
*Nah, simplemente salió, es producto del ángel de los perdedores.

martes, abril 04, 2006

Incógnita

(Así nos van esclavizando)

-¿Y si te dijera que me quiero ir a la mierda?
-¿Vos decís largar todo?
-Sí, largar, eso.
-Pero no seas boludo, ¿y el chocolatín quién te lo va a comprar?
-Ah, tenés razón... el chocolatín.

5

(c) Mis fantasías tienen un sólido anclaje en la realidad: su locura.

El fondo del pozo

Conseguí un libro que perdí hace mucho tiempo: El fondo del pozo de Eduardo Abel Gimenez. Ciencia ficción nacional. Desconocida. Estoy contento por haberme reencontrado con este libro. No es el mismo, el otro lo presté para que nunca me lo devolviesen. Cosas de las amistades literarias, ¿vio?
Justo leí algo que me vino muy bien.

"La cuerda, si se rompe, se convierte en dos cuerdas. Usted es una cuerda. No resista cuando no puede. Rómpase. Disminuya su tamaño. Es una estrategia: multiplíquese hasta llegar a proporciones subatómicas, y cada vez será más fuerte."

lunes, abril 03, 2006

Cuando uno sabe a mierda

Esperábamos el colectivo después de grabar en la radio. Tarde. Recuerdo las hojas cayendo de los árboles, chocando con el suelo como miles de pasos invisibles, aumentando mi paranoia. A donde miraba veía nada e inventaba algo.

Dorrego y Corrientes, Dorrego y la nada. Dorrego, Corrientes y la soledad de una ciudad ausente de vida, sin sentido.

¿Qué es una ciudad vacía excepto un cadáver de hormigón y asfalto?
Un cuerpo sin alma.

Pero en esa nada nocturna de Dorrego y Corrientes habitan demonios que se ocultan en las sombras, detrás de las esquinas, debajo de las hojas caídas.

Y también hay niños, pequeños angelitos de la noche, abandonados a la suerte que les impone la ciudad voraz.

Deambulan aterrados por la oscuridad que envuelve el cadáver de hormigón.

Inquietos y solos.

Ayer uno se acercó a preguntarnos algo en Dorrego y Corrientes y la nada. Éramos tres, mi novia, Javi y yo. Nos preguntó con su desesperada inocencia. Pensó que podíamos protegerlo. Nos preguntó dónde se encontraba la estación que lo llevaría a su casa: José C. Paz.

¿Hallará paz en algún lugar un niño de la noche?
No sé.

Contestamos raro, nerviosos. Hoy el recuerdo de ese instante se vuelve difuso, no puedo recomponerlo a través de este papel virtual que huele a miedo. Contestamos y el chico se fue, inseguro, tambaléandose. Ni siquiera llegó a la esquina. Yo creía que por falopa o algo así. Junto a él caminaba un tipo que reconocimos como el padre.

Acá me detengo, ¿por qué creímos eso?, ¿por qué los dos estaban sucios?, ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? Todavía no supe responderme.

Y era algo así como falopa, pero mucho más terrible: el nene tenía miedo.

Entonces me vi desde la vereda de enfrente como si encarnase todo aquello que me genera odio: el nené volvió y me explicó que el tipo era un completo extraño y que él tenía miedo. Su vocecita todavía me resuena en la cabeza como me resonó toda la noche, impidiéndome dormir.

-¿No me acompañás hasta la estación? Tengo miedo. A ese tipo no lo conozco. No sé lo que me quiere hacer.

Entonces olí el hedor frío del pánico. Y supe que el nene no se había drogado. No, nada de eso.

Sé mucho sobre el miedo. Lo sufrí en la carne y lo percibí en otros, sobre olas y piedras. Pero aquel miedo era distinto, era menos cool pero infinitamente más justificado. El que yo recordaba parecía un juego, la tentación de muerte que excitaba las hormonas. Este era la obstinada resistencia de la vida ante los monstruos de la noche.

Y me odié, por cagón y prejuicioso.

Y me sigo odiando porque esto no es un cuento.

No lo acompañamos a la estación. Le dijimos que se quedara con nosotros hasta que el desconocido se fuese. Y el tipo se fue.

Así me sentí el salvador de la patria, sin riesgos, claro, a ver si el pibe me entregaba. Hasta creo que hice un comentario así cuando ya el nene se había ido.

Hubo un último gesto, antes, porque Javi le ofreció un peso para el viaje. Estaba flaco, sucio, abandonado. Lo aceptó sin mucho entusiasmo, descorrió el cierre de su camperita y sacó un paquete de galletitas, ofreciéndonos.

Después se fue, sin tambalearse.

Pasaron los minutos y volvió mi imagen, desde la vereda opuesta, como un abismo que se abría bajo los pies abandonádome a la oscuridad. Ni luz ni suelo. Ninguna referencia, excepto los aterrados gritos de un nene consumido por la noche.

-Tomemos un taxi. -dije.

Ya no podía quedarme ahí: el chico me había ofrecido su comida y yo, a cambio, ofrecí mi desconfianza.
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