martes, noviembre 29, 2005

Mandamientos (para vivir en armonía) X

Estaciónese junto al éxito. Observe el ir y venir de los exitosos. Analícelo. ¿Usted que prefiere: el ir y venir o la certeza inmóvil del ser?

Mandamientos (para vivir en armonía) IX

Regale lealtad a los amigos con su sinceridad. Puede que se disgusten. Explíqueles: la obsecuencia atrae oportunistas y sobadores de lomos. La sinceridad permite -exclusivamente- conocer personas.

Confesión tardía

Hace once años cometí un delito. Surfeábamos en playas prohibidas para los surfistas, mucho balneario privado con buenas olas. Entrábamos y salíamos por las piedras con el bañero gritando desde la playa (¡pobre imbécil!). Un día se rompió la pita de un amigo (pita: cintita que ata la tabla al pie) y tuvo que salir a la arena para buscar su tabla. El bañero lo esperó y lo boxeó.
Esa misma noche, en enero, un comando de adolescentes vengativos incendió la casilla del balneario mientras bailaba al brillo del fuego y la luna.

"No hay desgracias para los corazones débiles. La desgracia quiere un corazón fuerte".
Fiodor Dostoievski.

Mandamientos (para vivir en armonía) VIII

El autocontrol que le permite sobrevivir siendo argentino sólo puede ejercitarse a través de flippers y ping pong. Con intenso entrenamiento su muñeca y sus reflejos serán sensibilísimos.

Mandamientos (para vivir en armonía) VII

Ascender en la escala social no implica méritos. La flatulencia se eleva por su composición gaseosa. El sorete conserva estas características por compartir su origen escatológico.

Mandamientos (para vivir en armonía) VI

Ser políticamente correcto contradice la esencia humana. Requiere renunciar a los sueños en pos del sentido común.

Mandamientos (para vivir en armonía) V

No tolere el abuso, carecerá de estabilidad laboral pero será considerado un baluarte de la sociedad.

Discursete

Durante un par de días estuve eligiendo textos de Libro del Desasosiego de Pessoa. El sábado me compré la ñ y encontré una nota de Fernandinho. Después de leerla me sentí lo suficientemente esnob como para dejar su publicación para más adelante.

"-No hay que desesperar. El futuro es un mundo en el que hay de todo.
-¿Usted dice como en la tienda de la esquina? -comentó Gauna-. Es lo que reza la propaganda, pero, créame, cuando usted pide algo, le contestan que ya no hay más."
Adolfo Bioy Casares.

lunes, noviembre 28, 2005

Mandamientos (para vivir en armonía) IV

Para absorber los golpes de la vida necesita una epidermis británica. Desarróllela contemplando películas dramáticas iraníes y telenovelas venezolanas.

Mandamientos (para vivir en armonía) III

Utilice salvavidas mentales: amor, deporte, belleza. Si esto no funciona puede recurrir a drogas o alcohol.

Mandamientos (para vivir en armonía) II

Abra los ojos para conocer la realidad. Es importante no extirpar los párpados, de vez en cuando conviene cerrarlos, subir la música, atender al canto de los pájaros.

Mandamientos (para vivir en armonía) I

Prepare la sopa de la vida con dos puñados de dulzura, dos de bondad y uno de sinceridad. Voluntad y sensibilidad a gusto.

viernes, noviembre 25, 2005

Sentimiento recursivo.

Pasan las horas y me embolo pensando que me embolo soberanamente en este trabajo embolante.
¡Ah, este inconformismo posmoderno!
Por suerte existe el tetris. Como todo invento groso, viene de Rusia.

El mutismo (28-07-2005, mi diario)
"Un hombre entra en el silencio exiliándose de la sociedad, abandonando su vida populosa a través del olvido. La explosión de furia ahoga el sentido de su acto, envolviéndolo en la nada. Es una rebelión única, incomprensible. Ocurre sin proclamas ni discursos.
No es una revolución, es repudio."

Fast Food

Vuelvo de un local de comida rápida. Pedí una hamburguesa completa y me fui luego de esperar treinta minutos. No es histeria, es el horario. ¿Cuánto tiempo tardarían en cocinarla si fuese un local de comida lenta?

"¿Por qué la desesperación? ¡El ideal es la belleza, no la inmortalidad!".
Olaf Stapledon.

Mañanas solemnes

Desperté sobresaltado. En algún lugar de la casa sonaba el celular-despertador-grillete. Tener un celular en mi oficio es aceptar la esclavitud. Desperté sobresaltado a otro día de rutina. Me aarancaron de un sueño bonito, esos que disparan pensamientos, anulan dudas y abren puertas. A mi lado, la enana desperezándose. [¿Se dirá así?] Nos arreglamos y salimos, un poco tarde, con lentes oscuros protegiéndonos de miradas ajenas.
Cada mañana oculto mis ojos, tal vez sea vergüenza, cansancio o simple moda.
No lo sé.

"Y aquí estoy, hablando de técnica a los dos cuarenta de la mañana, aunque siempre he sostenido que cuando uno comienza a hablar de técnica es porque ha perdido el talento".
Raymond Chandler.

Servilletas que se escriben solas

Tengo más escritos de los que puedo pasar en limpio; mi imaginación construye antes que mis labios digan nada. Tengo una colección [completa] de servilletas, hojas borrador y papeles higiénicos.
¿Deberían compartir el mismo destino?
Estoy abrumado por el sueño, la ansiedad y el cansancio de saber que todo lo que deseo depende de mi voluntad, del empeño que ponga en lo que hago y en la mano que mece la pluma.

"Con los sueños, hasta el fin".
Manuel Becerra.

jueves, noviembre 24, 2005

Autobombo IV (Final)

Intro.
Adelanto de la Brigada AntiBucay /
Receta marginal /
Monólogos sin fundamento teórico /Crónicas de Magoya / El diseñador feliz /
Superfeo, la historieta / El terrorista literario /
Familia de Tal / Algunas bonitas yapas /
Garrotazo en la nuca - catarsis verbal /
Todo eso.
Sí.

martes, noviembre 22, 2005

Textillos I

(más ficcionales que verídicos anke posibles)

Levantó el papel del piso y lo corrió tres cuadras. El otro ni mú. Harto de caminatas lo sujetó por el hombro, sacudiendo el papel frente a sus ojos. El mugroso apenas dijo:
-¿Y a mí qué con tu ecología?

Llevaba la pelota pegada al pie enganchando una y mil veces. En una de tantas se la quitaron. Su compañero lo increpó, ronco de pedirle un pase.
-¿Por qué no me la tocaste? Si podías...
-Lo único que puedo tocar hoy es el dolor de vivir.

Bajó rajando, por la ventana había visto el colectivo parado en el semáforo. En épocas de inestabilidad laboral llegar tarde es sinónimo de clasificados y largas colas de entrevista. Ocupado el ascensor, emprendió por la escalera. Llegando al segundo piso un zapato no se afirmó, el tobillo derecho se torció trocando la bajada en un torbellino de techo, baranda y escalones negros. No fue a trabajar por excusa válida: fractura de tibia y peroné.

"Lo superfluo y lo frívolo, disfrazados a menudo con el nombre de refinamientos, aumentan de hora en hora la cantidad de sacrificios estériles, tan indispensables para medrar como inútiles para intensificar el ser."
José Ingenieros.

Gotas (o derramando calurosidad)

El sudor me humedece la espalda. Me la recorro con una mano esperando, no sé, alejarme el calor. Un gota me queda en el índice. La miro fijo. ¿Sentirá? ¿Sabrá lo que siento yo al verla, al tocarla, al saber que me patina por la espalda?
Sacudí la mano y voló. Nunca volvería a verla pero había más, idénticas, infinitas.

"Si la idea de Dios no es conocida en estado de naturaleza, debe tratarse, pues, de una invención humana."
Umberto Eco.

lunes, noviembre 21, 2005

El uuuuh!

Bajó la pelota, creyó que bajándola al ras del piso su jugada tendría más etiqueta. Fue criado en la autoridad del juego terrestre, la gambeta, el toque, los lujos. El cerebro se le atrofió viendo intentos sin campeonatos, excelentes jugadores y ninguna conquista. Escuchaba viejas palabras que hablaban de belleza y diversión, placer al obrar. Aunque los resultados no acompañasen el esfuerzo.
Bajó la pelota y encaró al defensor. La pierna derecha pasó por arriba del balón sin tocarlo. Torció la cintura hacia la izquierda: un amague, un segundo aprovechado en tirarla larga. Ya no soy rápido, pensó. Pero el verdadero fútbol, el que le enseñó su abuelo, no guarda relación con velocidades, vértigos o estrategias; es corazón y magia: gambeta.
Intuyó que los del banco se paraban, ansiosos. Vio pasar la línea del área grande bajo sus pies, vio a un compañero pidiéndosela atrás de la defensa. También vio el arco, un arquero mal parado y la red. La pisó una vez, dos, tres, rodeado de rivales, esquivándolos. Hubo fortuna y algo de memoria en la jugada, hubo un rebote afortunado y una patada artera. Cayó justo cuando iba a patear. Los gritos se confundieron: los del banco reclamaron, los rivales también. Él se quedó sentado, acomodándose las canilleras y las medias. Se acordó de su abuelo, el amor por la redonda y sus ganas de hacer un gol, como en aquellos potreros olvidados por el tiempo donde hoy se alzan bonitos comercios.
Se puso de pie y recibió, sonriente, la amonestación. La próxima, pensó, te rompo el arco. No tuvo otra oportunidad, el partido terminó con esa sensación cercana al gol: el uh, distancia infinitesimal a la gloria.

"-Pero al final, ¿no están cansados de hablar para no decir nada?
-Nunca lo suficiente como para callarnos, y siempre demasiado como para decir algo.
-¿Está por encima de sus fuerzas actuar como si debieran guardar silencio para siempre?".
Louis-René des Forêts.

jueves, noviembre 17, 2005

Mi diario II

Estaba sentado en el parque escuchando los pájaros. Los que están dentro y fuera. Una melodía armoniosa ocurría en mi interior, las cosas -mis cosas- están encuadrándose en un cubo de colores, similar al mágico pero más esotérico. Saqué el diario y escribí:
-Eso. Tero. Ico...
[acoto: en este momento mi cerebro sufre un corto circuito. las acotaciones en mi diario son versiones primitivas de notas al pie. explican qué]
Un caballito ilusorio, eso es. Mi escritura es un caballito ilusorio que cualquiera puede montar.
[acoto: no así su autor]
Y cabalgar, cabalgar, cabalgar bien lejos de esta mierda. Bien, bien lejos. Hasta una mierda distinta, con un olor propio que no desagrada. Porque el popó personal no mortifica. Al menos no tanto. Cerré el cuaderno y me quedé pensando en que el otro día yo hablaba de buitres y él escribió sobre albatros. Ella se acordó lo que dije: aves. Y nadie lo entendió porque me preguntaron al fin. Abrí el diario por segunda vez:
[acoto: abrir y cerrar mi diario es una operación cotidiana, se repite a lo largo del día unas cien mil veces]
-¿Por qué los pájaros?
-Porque ellos encarnan la libertad, ¿entendés?
-No.
Suspiré. Y pensé que si uno no quiere entender no debería preguntar. Pero hay gente que pregunta aunque sabe la respuesta; busca evacuar la duda, el temor. El que no quiere saber, el que pregunta por preguntar, ése... Me recuperé de mi cansino autoritarismo, y disparé:
-Porque cuando me subí a la tabla descubrí la libertad; porque los pájaros, su vuelo, explican mis sentimientos; porque la ola es el cielo y la tabla es alas; porque vivo mitad en este mundo y mitad en el otro; porque la sal es lágrimas; ¿ahora sí?
-No, no entiendo por qué ahora te la das de no sé qué.
Volví a suspirar y cerré el diario. No hubo más que hablar -al menos que mereciese recordarse- ni nada que anotar.
[acoto: cabalgándome bien lejos, hacia ningún lugar, donde me esperan mis cuadernos, mi lapicera, la noche, su brillo azul, vos, tu sonrisa, Magoya y las ganas de escribir].

lunes, noviembre 14, 2005

Pulsiones

Un trueno retumba entre fachadas de edificios muertos, una nube llora grises gotas, un hombre grita buscando libertad. Otra postal de tormenta.
Veo la luz, veo un brazo luminoso recorriendo el cielo y muriendo, porque sé que muere, en una tierra oxidada.
¿Estoy triste? No, no es eso. Estoy… perdido.
El hombre grita. Alarido mudo que nunca abandonará su boca, retorciéndose en la lengua muerta. Palabras no dichas, que jamás perderán la virginidad del pensamiento.
La lluvia explota al fin, ¿o no explota al tocar el suelo? Y yo, aferrado a la baranda del balcón, recuerdo años en que no quería que la vida, la pulsión de mi ser a través del universo, siguiera su curso, ¿o quería sin saber lo que ahora sé?, ¿o no sabía querer lo qué siempre quise? Lo que tengo. Lo que soy.
¿Quién soy? ¿Qué soy?
Un hombre empapado en un balcón gritando sin hablar. Esperando. Un par de manos, dos, que se mueven sobre un cuaderno anotando símbolos que perderán su significado con el tiempo, olvidados al fin, intraducibles en la eternidad.
Soy uno que no quiso seguir esperando por y que descubrió, porque sucedió así, la paciencia de la muerte, su potencia, su cercanía. Quitarse el aliento no es posible, no es… real. La vida es una compañera efímera que sucumbe al cabo de los años. La muerte nunca muere, es una carga imperecedera de la cual –aun intentándome original- no podré escapar.
Pero aquel día pude.
Sí, pudiste envase carnal. Y aquel día aprendiste a ver la magia del trueno que retumba, de la nube que llora, del hombre que grita buscando libertad.
¿Quiere librarse de la carne?
No.
Desea otra libertad, la que reafirma que un hombre existió y tuvo su nombre; un hombre que soñó, sintió y vivió y murió escribiendo sus sueños, sus sentimientos, sus recuerdos; su vida. Esa es la libertad que siempre quiso y encontró en el azar, en la ola mal surfada, en la caída, en el fondo de piedra. Pero pudo escapar, encontrar la potencia de la vida: el humo que se forma en la nariz en un día húmedo; el miedo que acelera el pecho en la noche; la confianza de que cada deseo se hará realidad porque esa es su voluntad, la mía. A pesar de todo, a pesar, incluso, de mí. Mi libertad: esta noche, este balcón, el frío que me eriza la piel, el torso desnudo, el viento, la ciudad, la lluvia.
Sentir el universo que me rodea, me toca, me siente ser.
Y nada más.




Para vos enana que estás ahí, leyéndome.

Desenfreno

El domingo trece de noviembre llegamos al Bar con Horacio, un maniquí de pelo verde, traíamos su colchón y las revistas. Estábamos contentos, por fin terminábamos lo que empezamos hace dos años. Entonces nos encontramos con el kilombo de las vallas y los policías, con el dueño del Bar en la esquina, diciéndonos que no podíamos hacer nada.
Yo no había dormido, algunos problemas me mantuvieron despierto toda la noche: reimprimí las revistas en un perdido local de Godoy Cruz y Santa Fé. Le dimos a la guillotina, a los papeluchos, sin parar. Siete horas de impresión. En maratónica sesión volví a mi casa -en Barracas- para armar ciento cuarenta ejemplares. Elegí dos libros para el sorteo: Momo de Michael Ende y Juntacadáveres de Onetti. Armé los númeritos y nos quedamos dormidos. Éramos dos, el Niño espina -valiente diseñador gráfico- y yo -valiente inconformista sin méritos aparentes-. Me desperté en algún momento, sobresaltado. Faltaba el tercer hombre, el que había anunciado que estaba en camino: Méndele. Después me enteraría que no concurrió por razones de seguridad. Debe dormir antes de la presentación, temitas de salud importantes.
Tenía dos horas para ir a jugar, una hora y media de sueño encima y bastante mugre. Pero allí estaba la felicidad, en forma de hojas dobladas sobre la mesa del living. Armé el bolso, acompañé al Niño espina a su auto y nos abrazamos. Es difícil explicar lo que significó para nosotros todo el proceso. Niño espina se fue, se le hacía tarde para dormir un poco. Él quería abrochar las revistas, solo. Y así lo hizo. Me quedé mirando el auto alejarse. Yo había imaginado ese momento, fue una sensación rara, una especie de deja vú sin inquietud.
Llamé a la enana y le dije que me iba a jugar. No estuvo de acuerdo. Hace un año o poco más me fracturaron la clavícula en este campeonato, un día que, casualmente, también fui sin dormir. Sé que soy extremista en todo lo que hago. Bordeando la cornisa de la exageración. Es como me gusta vivir desde que colgué la tabla.
Me encontré con los pibes, el magnífico equipo que peleó tres años por el ascenso. Subimos a la B para mantenernos y ahora resulta que podemos llegar a la máxima cateogría de un tirón. William Morris, un equipo repleto de anarcos, soñadores y energúmenos. Hay chicos bien, o había, pero todos jugamos ese fútbol obrero desbordante de ganas y voluntad.
Ganamos, resultó una muestra más de coraje. El equipo contrario se la agarró con el referí. Y claro, ¡a quién más podían echarle la culpa de la derrota! Nos quedamos saboreando la esperanza, si el domingo que viene ganamos... Llegué a casa y me bañé. La enana estaba allí pasando un discursete para decir ante los que viniesen. Salí del baño y me tiré en la cama. El pasado de colchones y piso lo borré de un plumazo con un sommier. Algunas cuestiones del capitalismo son tentadoras, especialmente las que se relacionan con la comodidad.
Llamé, hablé y recibí llamadas. Todo estaba listo, preparado y... No pudo ser.
El resto me lo reservo para el cuento: la llamada del comisario al bar, las frases de los canas en el vallado, el malhumor que me agarró después de treinta y seis horas sin dormir. No pudo ser, ahora planearemos el nuevo evento, sin freno posible.

"-Yo te entiendo pibe, para nosotros también es un pijazo estar acá, doce horas, abriendo y cerrando la valla de metal-."
Agente policial desconocido, domingo 13 de noviembre a las 17:56.

domingo, noviembre 13, 2005

Se suspende la presentación!

El establecimiento donde realizábamos el event ose encuentra a 30 metros de la legislatura porteña. La policía valló la calle y tiene orden de impedir el acceso a toda persona a partir de las 20 hs. Así mismo, al dueño del establecimiento se le informó que si abre sus puertas se le labrará un acta.
Es feo este momento, pero bueno, pueden mandar mails a extremauncion@gmail.com desde donde les informaremos la fecha del evento. El lugar sería el mismo.
Cordialmente,
Un alicaído niño errante.

P.D: como que siento haberme esforzado al pedo.

viernes, noviembre 11, 2005

¡¡¡Mayday, mayday!!!!

Son las 8:34 y me estoy durmiendo. No es una sensación, sé que está ocurriendo. Mis párpados se pierden en remolinos de oscuridad; enfocan recuerdos, sueños o anhelos. Me pierdo sentado en mi puesto de trabajo, deslizándome hacia el piso por la silla. Un esforzado trabajador, un heroico laburante. Un tipo dormido. Que se relaja luego de la actividad de la semana última, del mes, del año, de la vida toda.
¿Tanto así?
No puedo precisarlo. Sólo sé que me duermo y que el cansancio me obliga a pensar en hacer un llamado y decir que me duermo, que no puedo hablar con nadie. En este instante deslucido no me enciendo, no coordino, no consigo iluminarme. No puedo manejar los códigos necesarios para comunicar mi necesidad al tercero que me ofrece una solución, un servicio, algo. Simplemente no puedo.
El teléfono me expulsa del pensamiento con su ring, ring, ring. Disminuyo el volumen y lo observo. Casi con odio. El sueño reverbera sobre mi cabeza, alejándose con cada destello en el botón que titila. La luz, el llamado.
¿Quién es? ¿Quién mierda...? ¿Quién será? ¿Y si decido no atender y el qué es se convierte en el qué fue? Mejor, en el que no fue. En el que no atendí y no pienso atender. Pero levanto el tubo porque sí, porque no sé y me escucho decir:
-Hola.
Una respiración habla del otro lado, una respiración misteriosa que se vuelve familiar con los segundos. Una voz bien marcada articula lentamente tres palabras, separadas por silencios interminables.
-Bola de goma.
Estalla la risa. El que iba a ser el que no atendí es ahora ése, el que ya sé quien es. Los códigos se reestructuran en mi cabeza y mi cerebro, medio muerto ya -entre alcoholes, trasnochadas y consumismo- se prepara para interpretar, para comunicarme con otros que manejan códigos comunes: bola de goma = a las diez en el bar.
-Te espero.
Me espera.
-Tenemos que hablar con Claudio.
¿Tenemos qué hablar conmigo? Yo, Claudio. Ah, no, Claudio es él, no el que llamó sino el otro -el del bar-. Lo sé, me duermo y me voy perdiendo de a partecitas: la coordinación, la vista, el habla, el recuerdo. Y cuando me quiero dar cuenta tengo la jeta estigmatizada por el teclado. Un tipo caído sobre el CTRL+ATL+DELETE. Ya me pasó antes (maldito horario nocturno).
¡Qué cruel es la soledad a veces!
Me agarro de las rejas de la ventana. Las descubro heladas, insensibles. Un día escribí en ellas, con mi cortaplumas; cárceleras de ideas, una frase con mala fonética. Las desenmascaré hace mucho: no las pusieron para dejar afuera a los chorros, ni siquiera para encerrar nuestros cuerpos. No. Tienen otra función, más siniestra. Antes salíamos al patio a ver las estrellas, ahora -quedo yo, único- hay que torcer el cogote y tampoco hay seguridades de iluminarse más que con el rojo de la antena.
¡Hijos de puta, nos robaron el cielo!
No importa, yo ahora me duermo y tengo que despertarme y sé que cuando pierdo la lírica, cuando salgo de mis ojos oníricos para caer en el campo de visión mundano, ése que todos ven: el mundo se me reconstruye sin metafísica, como decía Pessoa, y empiezo a ver la realidad.
Eso no me gusta.

"Estos cinco días fueron tremendos, de enserio. Hasta el martes no me reportaré por el blog. Necesito pensar, dormir y soñar con algo. Últimamente tengo sueños truncos, me despierto de noche vacío de recuerdos. No se bien por qué, si es que me abrieron el tercer ojo o alguna cosa similar. Me parece que hay una coalición en mi contra, una conjura entre mis jefes, los imprenteros y los fotoduplicadores. ¡Qué ostia!"
Niño errante dixit.

jueves, noviembre 10, 2005

Incomunicación

(diálogo entre un policía de vallado y un peatón. Trabajo cerca de la legislatura y el texto podría tener connotaciones autobiográficas).

-No se puede pasar.
-Está bien, lo que pasa es que yo trabajo ahí.
Mi dedo señala un edificio a espaldas del policía, que gira su cabeza sin mucha convicción y me contesta, aburrido:
-No se puede pasar.
-...
Abrí las manos, mostrándole las palmas, en un gesto involuntario. Tampoco tuve mucha idea sobre lo que podía hacer. Parece que el tipo tuvo -después de eso- un momento de iluminación.
-¿Tiene alguna identificación?
-Sí, el documento...
-A ver...
Miró el documento, no sé que buscaba pero lo observó con detenimiento. Intuí que se dio cuenta de la estupidez de su postura. Pasó un minuto, después otro, al tercero me dijo:
-Espere acá.
Se fue a charlar con otro tipo, ambos ponían caras de hombres, chorreaban seriedad. Empecé a imaginar que se reían de mí; de que soy narigón, de mi espera y de mi nerviosismo. Lo peor, pensé, es que siempre llego tarde al trabajo y hoy -que tengo razón- nadie me creerá. El tipo volvió y me ofreció el documento. Lo agarré.
-Qué tenga un buen día.
Sonrió, yo le respondí un tanto incrédulo. Seguí mi camino hacia la oficina. Recién en el ascensor reparé en el hecho. Algo vieron allí. Algo que los convenció. Lo saqué del bolsillo de la camisa palpando su rugosa cobertura verde. Lo miré fijo, sin entender...
¿Qué buscaban estos tipos?
Llegando al tercer piso me asaltó otra idea, una frase, un pantallazo que me nubló la mente:
-El portador de este documento es propiedad de Royal & SunAlliance Seguros Argentina.
Todavía no me atreví a ojearlo.

"Trabajo: grillete social inventado por el hombre para someter a su propia especie".
Desconocido en un bar de San Telmo.

Extrañas sabidurías.

Me gusta escuchar. Creo que es uno de los aspectos fundamentales de la escritura: retratar la realidad ajena, el entorno.

*Estaba sentado en una plaza. El verde, el viento, la poca ropa. Una muchacha de bella fisonomía pasó caminando frente a mí, llevaba el aire primaveral en su vestido -floreado y suelto-. La seguí con la mirada, sus ropas irradiaban el brillo del sol. Cruzó frente a un grupo de motoqueros relajados, fumadores de X. Uno, moviendo la cabeza de un lado a otro, soltó la lengua:
-Si habrás quebrado cogotes...

*Apretados en el colectivo viajábamos hacia horas laborales. El olor a cansancio y malhumor saturaba la nariz. Al lado mío viajaba una muchacha, detrás un hombre sudoroso. Yo me perdí en laberintos de recuerdos literarios: la forma en que tal describía un castillo o ése que hablaba de guerras como si fuesen desayunos. Un gesto en la cara femenina me regresó a la pegajosa realidad del bondi. Fue incomodidad o algo -furia, miedo, vergüenza- que no pude precisar. Detrás, el hombre se hamacaba con un vaivén siniestro. La situación me sonrojó -a la chica también-, y durante un minuto pensé mil formas de increparlo, de resaltar su poca hombría. No hubo tiempo, alguien, desde atrás, con ímpetu justiciero le tocó el hombro y disparó: -Flaco, si te gusta tanto la piba invitala a tomar un café.
No quedó otra que aplaudirlo.

*Diálogo previo a una impresión.
-No llegamos ché, la cosa está jodida.
-Sí llegamos.
-...
-De verdad, vamos a llegar.
-Te digo que no, ya me lo veo venir. ¿Desde cuándo sos tan optimista, te comiste a Depak Chorra?
-No seas boludo, tenemos que hacerlo.
-¿Tenemos, y tan así es?
-Sí.
-¿Se puede saber por qué?
-¿Por qué qué?
Llegó el mozo con los cafés y el agua con gas. Nos interrumpió. El tipo escuchaba la conversación asintiendo con la cabeza.
-¿Por qué tenemos que llegar?
-Es por la esperanza.
-...
-La esperanza, boludo.
El mozo se acercó otra vez, interrumpiendo con su voz de mozo:
-La esperanza, ¡qué verdor, qué sentimiento, qué magníficencia! Vos me ves de mozo pero alguna vez fui periodista, desde hace rato los veo con sus historietas. Tienen que llegar porque no olvidarán nunca lo que están haciendo.
Nos miramos. El mozo nos dedicó una sonrisa a cada uno y se fue hacia la barra. Agregó:
-Uno elige en base a sus posibilidades, ¿no?
Lo miré alejarse, rengo, con su chaleco gastado y negro. Y pensé que uno a veces se sorprende con la gente, anidan sentimientos secretos, imposibles para quienes los juzgan a simple vista. Eso de la superficilidad, pensé, corta tantas posibles relaciones. Mi amigo me miraba fijo, inmóvil, aterrado por la revelación de nuestra transparencia ante la otredad. Y yo que amo los universos posibles, pensé.
-¿Entendés? -y señalé al mozo-, la esperanza.
Creo que el otro entendió.

"Aburrido: dícese de la persona, que cuando uno quiere que escuche, habla":
Ambrose Bierce, el diccionario del diablo.

miércoles, noviembre 09, 2005

Autobombo II

Nos rompemos.
Te rompemos.
Mucho testo y poco más.
Olvidate del cine, el teatro
o el arte.

¡No esiste en este número!



HIP BAR
Hip. Irigoyen 640
Domingo 13 - 21 hs

$2 - super premios.
(¿cuándo no?)

Prueba de voluntad

Será que soy inseguro y me da miedo. A veces pienso y me invade la culpa, será por el adoctrinamiento que manyé en seis años de universidad: administración de proyectos, administración de recursos, etc. Aclaro que -los recursos- somos los laburantes, aunque dicha aclaración sea al pedo.
Me cuesta mostrar lo que escribo, estimo que es un tema de autoestima (wow), tal vez algo peor. La cuestión de la revista y el blog -en esto quiero ser totalmente sincero- surgió de una concreta necesidad de trascender las fronteras de mi entorno. Después de todo mis amistades conservan una idiosincracia que también me incluye y nos mantiene "comunicados". No se me ocurré otra palabra.
Ayer recibí un mail que decía algo así: "todo muy lindo pero no mostrás lo que escribís, (...)". Seguía mucha gilada pero me sentí tocado por la frase. Encarna cierta verdad. No sé cuántos de los que visitan este blog en realidad le dedican tiempo a la escritura. No hablaré de escritores profesionales vs catársicos: uno agarra la birome, le da a los garabatos y sale algo. De ahí en más hay que ponerle huevo a la literatura y doblarse los cuernos buscando la mejor forma de expresar una sensación, una idea, una historia y (símbolo de infinito). Después vienen esos que se van al carajo. Los grosos.
A lo que voy, en cierta forma busqué la máscara de la red para esconderme y mostrar una mínima parte de lo que hago sin decir que soy su autor. Se entiende perfectamente. Tengo miedo, ¿no es obvio? Y si me abro y escribo esto es porque sé que soy un blog más en la inmensidad, un nick de mierda. Y ahí termina todo. Las consecuencias de este acto no serían las mismas que al pararme sobre un banco en una plaza y gritar mis sentimientos o por cagarme a piedrazos con la cana en Mar del Plata. Yo estoy seguro tras mi pantalla. Y sin embargo no siento ninguna seguridad al terminar esta nota.
Dado mi carácter rebelde y circunstancialmente pelotudo, voy más allá y me incinero ante desconocidos. Mis compañeros de revista (hermanos casi) dicen que mi escritura me encierra totalmente. No sé que verdad hay en ello pero tengo la certeza de que soy mucho más que un nick de mierda, que este blog, que cuatro comentarios inteligentosos. Eso no los descarta, viven en mí y me ayudan a dar forma a mis deseos.

Un punto negro, celeste. (13-09-2004)
El fenómeno conocido como tránsito –en palabras de un astrónomo- representa la simple irrupción de un astro entre las masas del Sol y La Tierra. Un teósofo lo llamaría pecado: una mancha de oscuridad en la belleza (hasta entonces) inmaculada de la luz.
Cada ciento veintidós años Venus transita la superficie del Sol robando un poco de brillantez destinada a nuestro mundo, como si se tratase de un lunar sobre el rostro pálido de Helio. No es una porción fría de la calidez solar que se rehúsa a resplandecer, sino el único rastro de rencor que le recuerda al Sol una antigua traición.
Venus se mueve entre llamaradas durante unos treinta minutos; luego, por otros ciento veintidós años, permanecerá oculta, privada de toda caricia en la inmensidad espacial, deslizándose a través de la nada con solitario aburrimiento. En escasa media hora adquiere el significado que le arrebatan tantos años de ignoto andar. Transita la ardorosa piel sin quemarse, a salvo en la helada distancia; ilusionando o paralizando de terror a millones de criaturas.
En el minuto once de su tránsito, ante la tibieza de la luz, Venus despierta lentamente de su letargo y vuelve a soñar con la lujuria de la vida; visiones de seres que se desarrollan en su matriz; evoluciones abortadas que alumbrarían criaturas imposibles. El marchito planeta sueña con ser azul como su prima La Tierra. Recuerda los amores con el belicoso Marte en los albores de la eternidad; de ellos no sacó provecho alguno. Por el contrario, fue el gigante rojo quien se benefició de la progenie. Por un capricho de la geografía celeste Venus ha sido confinada a una órbita calcinada por la cercanía de Helio, su guardián. A ella, la diosa del amor, que abrigó en su vientre el falo gigante de la fertilidad, se le niega el placer de la maternidad. Los sueños mueren antes de empezar en la quebradiza superficie castigada por el aliento solar. No podrá ser la vida: ni hoy, ni ciento veintidós años después. Por un instante el sueño fue posible, entre la tibieza del amanecer y la frescura de la noche espacial. Por un momento, Venus se atrevió a soñar fecundada por la virilidad de Helio.
En el minuto veintiocho retorna la somnolencia. Aún es un lunar en el rostro brillante, pero se encuentra a punto de caer al abismo. La conciencia de planeta muerto se va ahogando y la ansiedad por la vida se amilana. El sueño de la primavera imposible se pierde en las inmensidades del espacio, en pos de otros ciento veintidós años de añoranza.
Astronómicamente, Venus transita el Sol unos treinta minutos, durante los cuales los hombres observan su andar protegiéndose los ojos. Singularidad que moviliza a millones de personas; quieren ver el tránsito: consiste en un diminuto punto sobre la superficie solar, invisible al desprevenido.
Para Venus, la cosa es bien distinta; sumida en la yerma eternidad, sueña con ser habitada, con sentir en su seno la vibración de la vida. Una ráfaga de conciencia que muere al cabo de un suspiro astronómico. Sin embargo, mientras dure el sueño Venus volverá a sentirse madre, el centro de una hermosa utopía que jamás será realidad.
Cuando el reloj marca treinta, todo vestigio de conciencia se esfuma. El planeta silencioso y oscuro continúa la órbita, entregado al aburrimiento de la nada, esperando que en otros ciento veintidós años la vida amague con despertar. Para Venus, ese intento imposible es motivo suficiente para soñar.


Agradezco las críticas y los consejos que me hicieron llegar.
Cordialmente,
Yo.

martes, noviembre 08, 2005

Autobombo

Domingo 13 / desde 21 hs
Por tus $2 (la entrada) no te damos nada, sólo la revista.
Es un comienzo, ¿no?

Sinapsis: regale Nietzche.

Instrucciones para visualizar una postal troska: imagine la jeta de Nietzche, hombre barbudo y cejijunto, cuyo rostro denota estreñimiento. Imagínelo sonriendo, sí, la imaginación también alcanza para eso. El amigo Federico (Nietzche) sostiene un libro en su mano izquierda (la mano izquierda, ¿entiende?). El título: La muerte de Dios.
Federico sonríe y abajo se lee en letras góticas una promo veraniega:
-Regale Nietzche, la vida no es una mierda aunque huela parecido.

"-¿Y cuándo naciste?
Momo pensó un rato y dijo, por fin:
-Por lo que puedo recordar, siempre he existido".
Momo, Michael Ende.

lunes, noviembre 07, 2005

Consignas

Me paro en la esquina de mi casa, frente el bar. Es la esquina de un parque (Lezama) que los días de semana muestra la belleza del instante vacío de humanidades, pulcro, solitario. Un buen lugar para escribir. Estoy pensando en mañanas que llegarán veloces, sin segundos tiempos. El vértigo de la vida: bajar una ola, alcanzar un colectivo, sumergirse en el abismo de la propia imaginación, rescatar una genialidad, amar, beber del amor de otros. Tomo conciencia de la ridiculez de escribir en una libreta, parado en esta esquina, en cualquier esquina. Mejor sería entrar al bar, sentarme, pedir un café con leche y un agua con gas. Disimularse entre los miles, millones, de escritores de café, pensadores de ocasión.
-Hoy es uno de esos días-, digo.
Y asiento mentalmente. Es uno de esos días en que la metafísica no alcanza a palear el dolor (¿o la ofuscación?) de saberse un hombre comprometido con ciertas cosas que -a veces- no prosperan. El fracaso carece de importancia cuando asoma la convicción. Creo en lo que hago, sin fanatismos, sin irreflexión. Me quedo allí, inmóvil en esa esquina, como un escriba demente; como un inspector de tránsito que no deja de escribir multas; como lo que soy: un hombre que necesita expresarse -un punto de vista, un sentimiento, una idea-.
Hoy, tal vez por cierto malhumor, no encuentro la figura, el trazo idóneo para terminar esta nota. Quizás me siento responsable de mis supuestos hijos literarios; mamarrachos bocetados en viejos cuadernitos grises. Tal vez sólo debería dejar de escribir deslizando un descenlace trunco: una última palabra, un punto final.

"Eres un hombre muy apasionado, un hombre hambriento que no sabe donde saciar su apetito, un hombre profundamente frustrado que lucha por proyectar su individualidad contra un fondo de rígido conformismo. Existes en un mundo pendiente entre dos superestructuras, una de autoexpresión y la otra de autodestrucción. Eres fuerte pero en tu fuerza hay una grieta y a menos que aprendas a controlarla, esa grieta se mostrará más poderosa que tu fuerza y te vencerá".
Truman Capote.

domingo, noviembre 06, 2005

Recital poético.

Salimos tarde, pasadas las diez. Un par de cuadras y estábamos en Plasma. Llegamos cargaditos: una caipirinha, unos vasos de vino. Justo, una muchacha terminaba de hablar de Polonia, o de su familia polaca. Intuí dolor, abandono o distancia. Intuición sin fundamento, apenas escuché unos versos. ¿De qué otra cosa se puede hablar en Polonia o sobre Polonia? Genios literarios y musicales castigados por cada conquistador que decidió adueñarse de Europa. Sí, dolores y distancia. Huidas y terror.
Pedimos vino y hablamos de poesía -cosa que no manejo-. A la enana le gustó aunque, coincidimos, la muchacha pareció un poco nerviosa, con ganas de largarse del escenario. Impresiones, que le dicen. Después empezaron las chicas de la Cajita de Pandora. Hablaban del desgarramiento, de la pérdida, de los conflictos del ser. De estar y no estar. En algún punto me perdí, buscando las historias del lugar. Cada vez que salgo, que caigo en algún lado, intento descubrir a los personajes, los habitantes. Escribo ficciones y vivo en ficción. Encontré a: el boinita de la barra, unos fotógrafos, unas chicas discutidoras, un pintoresco borracho que consultaba una filcar y escribía versos en una agenda. Me detengo en este punto: el borracho, ese genio incomprendido que va al fondo del abismo, hacia la oscuridad, produciendo obras inquietantes, brutales, magníficas. ¿O un payaso? No lo sé.
Volví cuando todo terminaba, porque la enana me preguntó:
-No entendí bien, me gustó la primera chica, aunque apenas lo oímos. Igual no sé nada de poesía.
Y yo empecé, ¿no? porque siempre me da por comenzar cuando entro en copas. El vuelo y el recuerdo me devolvieron al concepto de que el arte no se interpreta y bla, bla, bla; entonces supe que me gusta su sentido crítico porque es franca, las cosas le gustan o no y fundamenta su postura. Podría decirle tantas cosas que no tienen sentido. Pero me viene a la mente el barrio. Sí, soy un negro de La Boca al que la brea del Riachuelo no le cubrió la piel. Peor, se me pegó dentro. La suerte quiso que en este país bananero no se me discrimine a simple vista. Pero el sentir... ¿Qué senbilidad artística puedo tener? ¿Eh? Pero el sentir a veces es tan fuerte.
-¿Por qué no te gustó?
-No sé, es como que la primera chica era más personal, más, no sé. Lo de tus amigas me resultó más artificial, como armado.
-No son mis amigas.
-Bueno...
-A mi me gustaron los dos, igual creo que no tengo autoridad para juzgar.
-¿Pedimos otro?
-Dale.
Marchó el segundo vino. Ahí volé más. Me acordé de algo que decía mi abuelo sobre la poesía: pensamiento articulado como sentimiento. Sí. Eso es, una sensación trabajada racionalmente que busca ser expresada en otros. Sí, ¿eso es? No sé, no estoy seguro. El alcohol va ganando batallas perdidas en mi mente. Ellas hablaban de eso, de perder, de saber que vas a perder y seguir luchando, ahí, aunque sepas o no que te estás desgarrando. Frases. La poesía se resuelve en frases articuladas para que el otro sienta, o entienda. No sé...
-¿Vamos?
-Dale.
Nos fuimos después de que cantaran dos bandas. Bueno, en realidad un dúo y -al final- una solista que me gustó.
Caminamos esas dos cuadras y volvió el pensamiento. Poesía: ¿cómo la defino? Me acordé de una novela que terminé hace un tiempo, agresiónicas: el sentimiento es un proceso racional elaborado por construcciones mentales tan complejas -caóticas- que se lo termina asociando con el perfil irracional de la personalidad. Es incomprensible, ¿de verdad?. Una farsa de ciencia ficción: los sentimientos vienen del corazón, ¡qué carajos!
-¿Cómo la pasaste enana?
-Estuvo bueno, raro.
Sí, raro. El pensamiento se perdió en la puerta de entrada, en la búsqueda de la llave. Me olvidé de la poesía y de mí, de todo. Sólo me olvidé.

"Historia, s. Narración casi siempre falsa de hechos casi siempre difusos derivados por gobernantes casi siempre pillos o militares casi siempre necios".
Ambrose Bierce, el diccionario del diablo.

viernes, noviembre 04, 2005

Confesión

Debo confesarlo: toda persona inserta en el sistema laboral argentino -que carece de coronita- está acostumbrada a correr, a esquivar las punzadas fálicas cotidianas. Estocadas arteras, cobardes y dolorosas. Uno se acostumbra a correr, demencialmente perseguido por la perfección laboral, los reportes, el kilombo -¡qué lindo el kilombo!, ¿no?-. Después, en casa, viene la parte del ermitaño: un loco que escribe encerrado, dejándose crecer la joroba, casi cegado por la radiación del monitor. Tomando agua a mares y pidiéndole a su novia que baje la tele. Ese soy yo. Aunque no parezco tener una visión muy bonita de mí, en verdad me confío mucho. Y me cuento cosas, mientras medito en mi inodoro de porlan. Es muy importante la meditación escatológica, uno se deshace en cagadas, sin tapujos. Resulta gratificante.
La introducción se debe a que los contratiempos, desagradables zancadillas del destino, me tienen a maltraer esta semana. Sucede que unos amigos y yo -supuesto redactor en jefe, nefasto redacto en jefe debería leerse- decidimos armar una revista. Todo va bien, todo muy lindo pero cuesta tanto. Resulta que me desperté a las cinco y media de la mañana y ya no pude dormir. Tiré el vaso de agua que tengo junto al colchón -dormimos en colchones en el piso, es una larga historia-. Empapado, me quedé sentado preguntándome cuando obtendría justicia de la vida puerca*. Intenté convencerme en la oscuridad:
-Pero si sos un pibe ocurrente, che.
La ausencia de organización, la inexperiencia y la ansiedad me descarcararon esta semana que, por lejos, se perfila como la peor de mi existencia. Tengo confianza en que, una vez pasada la tormenta, me dejaré llevar por olas de satisfacción. Sí, olas dije. Es que todas mis metáforas tienen que ver con eso, con el mar. De ahí los pájaros.
Estamos de estreno: revista, sistema nervioso, sommiers, marca pasos, estrés, metafísica y esto: mi catarsis. Por suerte no tuve necesidad de estrenarme ahí atrás, abajo.
Allá viene el domingo, lo veo llegar. Acá estamos nosotros: pájaros en la sal con monturas de espuma. Aguardando el momento indicado, el envión.

"Cuando se abre la boca, la oscuridad se mete entre los dientes y pasa por
la lengua y la garganta y llega al estómago.
La oscuridad tiene espinas, pero para que pinche hay que tragársela, que
la oscuridad no pincha en la piel, sino dentro del cuerpo, en las tripas".
José Soler Puig.



*Homenaje a Roberto Arlt.

jueves, noviembre 03, 2005

Diálogo demente

niño errante dijo el 3 de Noviembre de 2005 a las 11:57 am:

-¿Hola?
-¿Señor Entientado?
-Entintado, sí.
-¡NO ME CORRIJA!
-…
-Tengo para ofrecerle un precioso destino, si está dispuesto a pagar el precio.
-¿Mi alma?
-No, no, esas cosas vienen de la tradición, carecen de sentido.
-¿Y entonces como podemos arreglar?
-No sé, usted propone y yo dispongo.
-¿Le parece un mouse óptico y cuatro palitos de la selva?
-Ok, hacemos trato. Más se perdió en la guerra.
(La corrupción alcanza niveles insospechados en la burocracia kármica. ¿No te habrán robado tu destino de escritor dándoselo a, por ejemplo, Bucay? Mmmh… Nah, mejor que se lo quede. El tuyo es mejor).

Abrazo grande.
(estoy hecho mierda)

miércoles, noviembre 02, 2005

Chismes de oficina III

Era de noche -tarde- el técnico de soporte se desmenuzaba la cabeza en un intento de revivir una laptop (máquina de producir errores portátil, generalmente asignada a una persona con cargo y sin escrúpulos). Su jefe, taciturno y espectante, lo alentaba con frases como:
-Te jugás el pellejo en ésta.
O:
-¿Qué te espera quién? ¡YO te facilito esa comida de negro cuartusero!
El técnico pensaba que debía agradecer la calidad de hombre que lo dirigía. Probo, de alta alcurnia -por su acento-, rostro bronceado y domicilio norteño (más allá de la general Paz, más acá de Paso del Rey). Un tipo especial, pensaba, que se preocupa por mi* dieta, que se revela ateniense en su gerencia democrática.
Las palabras, los insultos del mandatario salían a borbotones, enturbiando el aire con groserías y ocurrencias que el técnico plagiaría -puteadas innovadoras las de la clase acomodada-. Llegó un punto en que, saturados, los oídos se cerraron y la mente se puso en piloto automático. Su corazón de operativo sometido intentó mantener el bajo perfil.
-Tengo que irme y la computadora todavía no anda. ¿Querés unirte a los piquetes, pibe?
Algo en él se quebró. Años después me diría que se le salió la cadena. Me pareció un buen ejemplo de rebeldía proletaria: rotura de las cadenas de control que nos atan a un puesto, a un patrón, a una silla. Gritó:
-No patroncito, no agarre el látigo.
El jefe se quedó tieso.
-¿Me estás cargando?
Movía el dedito, el índice, como dándose aires. El técnico se puso de pie, dejando sobre el escritorio un bonito mouse inalámbrico. Lo miró a los ojos, miró en derredor y levantó las cejas. No había nadie. Apretó los labios para contener el impulso que le trepaba por la garganta: ¡matalo! ¡matalo!
Finalmenet articuló:
-¿Me decías?
El jefe fue bajando el dedito lentamente, empezaba a comprender que ante la ausencia de reprimendas -reales- el poder se vuelve ilusorio, fútil, insuficiente. El empleado era joven y estaba en buena forma. El viejo miró el piso, casi con vergüenza, se dio vuelta y, mientras volvía a su oficina, habló velozmente:
-Mañana hablamos en recursos humanos.
Al otro día lo despidieron. No tuvo inconvenientes con la indemnización. Vagó sin rumbo de consultora en consultora, consiguió otros trabajos (algunos mejores, otros no). Un día salió de copas con unos compañeros y se encontraron: el viejo ya entrando en la pendiente que rueda hacia el cajón, creyéndose dandy con una pendeja de oficina. Él ni pensó en la mina, se acercó con la sonrisa más grande y, levantando el dedito, dijo:
-Esa noche se te llenó el culo de preguntas, ¿eh? No te preocupes, yo reflexioné sobre el asunto: ¿mirá si te cagaba a trompadas? ¡Me iba a ganar el infierno por un gordo light! No macho, las cosas hay que hacerlas en serio. Salí que nos batimos a escarbadientes.
-¿Qué?
El ex jefe -ahora carapálida- se quedó inmóvil, la minita ahogó un gritito de esos que parecen de estupor, como si alguien le fuese a creer. Él los miró serio, después sonrió.
-El miedo es una constante en el universo ¿eh? si salís, te uso el ojo de aceituna. Ando con ganas de mandarme una picada.
El anciano escapó esquivando mesas, enloquecido. Él se quedó ahí, mirándolo desaparecer entre la gente.
-¿No lo seguiste? -pregunté.
-No, me chamuyé a la minita -contestó.
Nos reímos un rato largo, escupiendo cerveza. Entre risas yo imaginaba la cara de mi jefe cuando le propusiera un duelo de escarbadientes.

(no es tan bueno, tampoco es tan malo)



*desnudo psicológico: odio la autoridad.

Mi diario

Empecé un diario casi por compromiso, quería llevar un recuento de mi vida. Más tarde supe que todo escritor de peso llevaba un diario, empujado por mi esnobismo decidí que debía tener uno. Años y años de lecturas me formaron en la creencia de que para ser escritor se requieren tantas cosas que -desistiendo- ya no me considero tal. Escribo, cosas buenas y malas, tengo mis momentos literarios y ya, el mundo que me sobreviva dirá si la sensibilidad que digo tener en verdad era meritoria.
Copio una parte de mi diario porque sí, aunque prevengo que el delirio se va por las ramas y, a veces, se vuelve incomprensible. No hay más razones: imagino cosas, las escribo y -cuando me da la gana- las subo. Sin más.


(19-08-2005)
Leer y hacer leer es resistir.

No es una frase mía pero expresa propiamente mis convicciones. La sociedad perdió el grado cultural que la caracterizó en la década del cincuenta. Hoy malgastamos papel en publicaciones de escaso valor artístico, periodístico y moral. No es que la moralidad me importe mucho pero ni siquiera nos ocupamos de ella. La necesidad de distracciones de la población impulsa al ciudadano a la ignorancia, la desidia. El mutismo mental gana la batalla mediática: hablamos de culos y tetas, y nada más que culos y tetas. El sometimiento se debe a la comodidad que brinda el sistema: el hombre que no cuestiona el entorno, ausente de sentido crítico, cumple a la perfección el papel de engranaje y el sistema no objetará sus pequeños vicios. Después no se quejen si adolescen de instinto de superación, esa necesidad de realizarse como persona (no hablo de la cosa material muchachos, al menos no sólo de ella).
[Acoto: si firman un pacto con el demonio cuando mueran tienen que entregar el alma. No jodan.
Si bien el concepto de mejora continua es netamente capitalista, referido a la sociedad (general) y al individuo (particular) podría utilizarse como un elemento importante de cambio, de perfeccionamiento social. ¿No suena bonito?
[Acoto: el otro día, leyendo un postulado comunista extraje este fragmento; el hombre debe sacrificarse por los ideales del partido, por la futura sociedad socialista. Cumplir el rol establecido para alcanzar un mundo mejor. ¿Qué diferencia ven con la despersonalización capitalista que convierte al hombre en engranaje, en números?
La globalización nos despersonaliza masificando el hambre y la ignorancia. El comunismo hace lo propio matando la individualidad. ¿Que sería del arte sin el individuo? Sería esa cosa horrible que los rusos pretendían imponer. Tuvieron sus momentos pero el resultado no fue... no estuvo a la altura de los artistas proscritos. ¿Qué es el arte sino una construcción egoísta del individuo artista? ¿O es otra cosa y estoy equivocado, equivocadísimo? Saquemos de lado al mercado y esas creaciones artísticas de pretenciosos que pregonan su condición de artistas. ¿Esto es posible? Bueno, en cierto modo ocurre, debido a la aceptación que tienen sus obras. Forman parte de otro establishment: la transgresión. ¿Se dice así?
[Acoto: tal vez vivan del mundillo esnob o quizá hagan arte de verdad: emoción, técnica y esfuerzo concentrados. El hecho es que me resulta tan hueca esa actitud.
La mano que escribe estas líneas podría considerarse anarquista pero se siente impulsada más bien por el inconformismo. Ayer leía sobre un proyecto social que se creyó posible y ni siquiera a eso puedo darle mi consentimiento. Y yo que lo respeto tanto a Alfredo L., ¿cómo puedo creerlo un viejo loco? La ignorancia hirió de muerte su recuerdo. Quedan cosas rescatables todavía, no considero correcto llamarlas valores. Existen aun: humanidad, emoción, fuerza, amistad, amor y la eterna emancipadora de los hombres, la belleza.
La lectura, como movimiento crítico, como factor de iluminación del hombre, encarna un frente de resistencia en peligro de extinción. Hoy, la moda impone el escondite, la evasión mental hacia ficciones fáciles, ridículas, hasta mal escritas.
[Acoto: como la última frase.
¿Por qué?
Desconozco las razones de la impudicia literaria en que vivimos. No la entiendo ni la comparto. Cuando pibe no había mucha guita en casa, todo lo que leía era de la Biblioteca Popular de La Boca. Nunca me hice socio porque alquilábamos, situación que me resultaba vergonzante vaya uno a saber por qué. Libro que agarraba lo leía en un día o dos. Sí enana, de allí proviene esa avidez de lectura que resaltás en mí. Un libro por semana, a veces menos tiempo. Después llegó la guita, me compré una tabla de surf y salí a recorrer el mundo. Viajé y dije:
-El mundo es mío, es de quienes buscan.
Hoy me siento un imbécil. Siempre fue mío, no había necesidad de viajar para encontrar nada excepto a mí mismo. Me quitaron la soberanía sobre mi vida gracias a mi estrechez mental. La regalé, mejor dicho. Recuperarla fue tan fácil como desearlo de veras. A veces se necesitan emociones fuertes, grandes dolores, para comprender que la vida -esa cosa que fluye por las venas y que tan poco valoramos- merece un destino más alto. La felicidad exige huevos.
[Acoto: ya me fui al carajo.
A veces pienso que la gente debe tener problemas con mi forma de escribir, ¿algún problema con mi soberbia? Ah, mejor, sino lo arreglamos afuera del diario este. Retomando, no intuyo el origen de la mediocridad que corroe la literatura contempóranea. Estimo que se debe a que no se publica todo lo que se escribe pero se vende todo lo que se publica y si uno escribe pensando en vender... Imaginen el resultado: mercado, ventas y éxito. Quedan fuera de la ecuación sensibilidad, perfección y forma.
[Acoto: ¿o escriben para vender? ¡No, por dios!
El resumen literario actual se convierte en una escritura famélica de contenidos, torpe en estilo (como la mía) y masivamente volcada al negocio editorial: si una historia conoce el éxito (que asco!), el autor debe extenderla en el tiempo aun en detrimento de la propia obra. Si uno compara esas obras con los maestros, los tipos que se preocupaban por convertir un escrito en algo monumental, termina por preguntar:
¿Existe el lugar dedicado a la obra de arte o sólo nos resta esperar a las reediciones de los grosos de antaño?
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...