Observo la gota entre mis dedos. Es un diminuto prisma, apenas caliente. Una porción del sudor que resbalaba por mi espalda. Y que hace un instante me abría en canal, como una hoja afilada, ardiente.
La apreto, a la gota, entre la punta de mis dedos, como si quisiese aplastar al calor, así de fácil. Pero antes de que termine con ésta, antes de que se evapore, caiga al suelo o vuelva a colarse entre mis poros, una nueva línea de fuego me recorre la espalda.
Y entonces vuelvo a sentir ese calor que anticipa, siempre, la vergüenza de saberme pegoteado a mi camisa.
Un sitio de sueños y giladas varias. Se dijo que también había literatura pero de tan dudosa calidad que -ahora- preferimos omitirla.
martes, noviembre 29, 2011
miércoles, noviembre 23, 2011
Mañanas de terror
Descubrir que no te queda ropa interior limpia, después de terminar de planchar las camisas del trabajo, es digno de una película de Hitchcock
viernes, noviembre 18, 2011
Embroncado
Ando caliente por descubrirme profeta: cuando afirmé que nos iban a romper el tujes con lo de internet, muchos se me cagaron de risa. Ahora resulta que lloramos todos juntos.
Me chache en dié'...
Me chache en dié'...
lunes, noviembre 14, 2011
De graneros, pajonales y otras alfalfas
Tengo varias excusas pa' explicar mi ausencia, pero la que tiene más contundencia se relaciona con la pajerización de mis manos.
Creo que en determinados momentos de la vida, uno debe sacarse el gorro, estrujarlo entre las manos, agachar la cabeza y decir: soy un pajero.
Creo que en determinados momentos de la vida, uno debe sacarse el gorro, estrujarlo entre las manos, agachar la cabeza y decir: soy un pajero.
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