Posta, es apenas un instante.
Una sucia caricia de ese viento oscuro que sopla cuando no queda nada que perder, cuando ya se te voló toda la ropa del tender y te estallaron todas las ventanas y rebalsaron todas las rejillas. Cuando te sentás a llorar solo en el medio de tu habitación.
Un puto instante que no es tiempo. Que sentís en la barriga como un piñón de gorila, como una puñalada traicionera de cancha, como una operación de vesícula que se agranda y te va rasgando el pecho hasta estrangularte con tus propias bolas.
Es algo que no se describe con palabras. Cómo podría describirlo si apenas puedo pensar unas líneas para sacármelo de adentro, para escaparme, para rogarle a la noche o a quien sea que me esté escuchando, a quien me lea, que necesito que me hagan olvidar, que necesito mucho olvido, que tengo miedo, que quiero llorar y no puedo, y que tantas otras cosas.
Es el segundo seco antes de dormirme.
Un instante donde no existe sueño, ni lágrimas, ni ayudas posibles. Donde sólo quedamos este tiempo que no es tiempo y yo, estirándonos, atravesándonos, hundiéndonos en la oscuridad de un momentico de consciencia en el que recordamos y revivimos todo, una y otra vez.
Por los siglos de los siglos.
2 comentarios:
Amén.
Amen.
Ame.
Aunque se le retuerzan los testículos, y sé que tal vez nada duela más que eso. El dolor sin tacto. El temor en el acto.
Pero se está vivo. Y eso, es suficiente.
Sí. Estar vivo alcanza, al menos por ahora.
Cordialmente,
Yo.
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