El frío me despertó temprano.
Me despertó porque ya no estoy a la defensiva. En algún lugar olvidé la coraza de fracasos que me protegía me aislaba de todo.
Llueven gotas gordas que patinan pesadamente por la ventana, humedeciéndola.
Apoyo la mano en el vidrio y lo siento frío.
Algo me estremece. Es una certeza o una convicción. No sé. Quiero abrigarme y salir a sentir en la cara las picaduras de la tormenta.
Sé que estoy muy lejos en el tiempo, en el pasado o el futuro, lo mismo da, y que esto no es nostalgia ni tristeza. Estoy lejos, en un lugar donde sólo se me da reír.
Al rato me abrigo y salgo. Las gotas gordas me explotan en la cabeza y entonces percibo algo tremendamente gracioso y familiar en el chubasco. Algo que he vivido montones de veces.
-Si hubiera una rompiente por acá, sería Dios -dice Cochito.
Si hubiera una rompiente por acá, pienso justo antes de pisar una baldosa floja, la reputísima madre, estallaríamos desde la vereda.
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