lunes, diciembre 08, 2008

des Forets me recuerda

Tan sólo una vez, siendo todavía un niño, creyó acceder a la cumbre de sí mismo -a una ausencia espléndida- donde conoció una embriaguez verdaderamente memorable. Creyó tocar algo así como un talismán que podía hacerlo insensible a las burlas, sordo a las reprimendas, descubrió que bien podría escapar de la servidumbre a condición de que se negara a comunicarse con los de su edad que consideraban la docilidad como más hábil o más confortable y se asustaban de sus despropósitos a los que seguían otros tantos sermones vulgares y monótonos, a los que sancionaban con otros tantos castigos.

Desde la pajarera, preferimos el niño travieso al adulto insertado.

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