viernes, septiembre 29, 2006

Sin retorno

El tipo pensó que apoyar en el bondi no era un crimen.
Aprovechó la volada para arrimar el bochín, haciéndose el distraído. No se dio cuenta de ése pibe, el que tenía un feo gesto de incomodidad.
El apoyador no podía, no quería saber que existe el mal humor en el bondi mañanero. Encima, el joven caballero andante de feo gesto buscaba una excusa, una mísera excusa, para agarrarse a palos.
El apoyador se ligó unos bifes, bien merecidos y bien cocidos; la joven doncella agradeció con abrazo y beso en la mejilla.
De mientras meditaba yo, desde el fondo del bondi, que algunas consecuencias de la fugacidad contemporánea tienen, al menos en este ejemplo, desenlaces macanudos.

5 comentarios:

Emmanuel dijo...

me parece que "consecuencias de la fugacidad contemporánea" es un poco barroco.

Se podria modificar por otros significantes "significantes" valores, como por ejemplo:

hasta luego

Unknown dijo...

¡JA!
Muy bueno.
Cordialmente,
Yo.

Anónimo dijo...

por que no te chupas una garcha?

Unknown dijo...

Le agradezco la intención pero no comparto sus gustos.
Cordialmente,
Yo.

Juan Manuel Bruñol Silvani dijo...

Los transportes públicos han evolucionado sexualmente.
Las nuevas formas de colectivos y subtes poseen connotaciones sexuales.
Además "introducir el boleto" o "introducir el metal" contrasta con la monedita y el antigüo corte de boleto.
Ese es el problema.
Los pasajeros se excitan.

Creo yo.

Pinchazo!

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