sábado, septiembre 03, 2005

Violentas.

Leo en los diarios las explosiones (sociales) ocurridas luego de un huracán. ¿Es posible semejante alienación? En medio del desastre la gente sufre, abandonada, frente a la impiedad de los acontecimientos. Escucho declaraciones de armas y muerte, una crueldad que no se condice con la ayuda humanitaria que los desamparados necesitan. Al mismo tiempo, bandas de renegados se dan una panzada anárquica desafiando el endeble control de las autoridades.
¡Armas y muerte!
Una consecuencia de la ferocidad que convirtió a nuestra especie en una plaga exitosa. Ahora una ciudad fantasmal se pudre bajo el agua. En el centro sobrevive un núcleo de sociedad agonizante, recluida dentro de un estadio deportivo. Alrededor los cadáveres se pudren al sol y los habitantes, envilecidos por el desamparo, saquean negocios desiertos. Se lee incongruente, se oye incongruente pero es real.
¿Qué puede cocerse en una sociedad que ante una catástrofe se evapora la disciplina, la sociabilidad? ¿Cuál es el límite del hombre civilizado para caer en el anarquismo barato del deseo, posibilidad y arrebato?
Es una incógnita irresoluble. Intuyo, sin embargo, que el problema es la carga de violencia con que vive un país. Cuando se tambalean las instituciones, cuando el castigo se vuelve borroso, estalla el descontento y la maldad.
¡Armas y muerte!
Entonces una mujer, gobernadora, habla sobre lo que espera que hagan las tropas enviadas por el gobierno:
- Tienen entrenamiento, saben disparar. Tienen órdenes de tirar a matar y espero que lo hagan.
¿Y eso qué es: venganza, irracionalidad, justicia? El estado reprime las anomalías, destruyéndolas, borrándolas. Se aterra con el mal ejemplo, con las manifestaciones de su debilidad. Matar a los saqueadores es la solución incorrecta pero la mayoría lo exige y sabemos que la masa no puede equivocarse. La opinión pública, con la enorme presión que ejerce sobre los gobiernos, sube o baja el pulgar de unos cuantos desgraciados, bajo el agua. Delincuentes que deben ir a prisión, que ahora se ve como un destino irrisorio comparado con el fuego de los soldados enviados a cazarlos. Un gobierno jaqueado por los errores puede, de ser necesario, elegir unos cuantos chivos expiatorios para una hecatombe singular.
¡Armas y muerte, por favor!
Y después oímos la excusa, para cerrar, de que los desastres no pueden preverse. La humanidad, disparada en el camino del odio y el desinterés está condenada a perecer. Repetimos, a nivel global, el fracaso de todos los imperios: corroídos internamente, no buscamos la salida real, preferimos engañarnos con la inmediatez de lo cotidiano. Ya llegará el redentor, el mesías, el profeta.
Ya llegará.

“Moribundos: todos aquellos que tienen por destino el morir. La palabra griega tiene ese significado, aunque no todos los hombres tomen su destino tan a conciencia.”
Sören Kierkegaard, de la Tragedia.

3 comentarios:

El Asiduo dijo...

Es verdad las catástrofes "naturales" (si el efecto invernadero es el culpable o aumenta el efecto que causan estos fénomenos no es lo que me interesa ahora) son inevitables, pero si minimizables.
Si vamos al facilismo de la inevitabilidad, porque entonces se condena el aborto (al menos en nuestro país), buscamos curas a enfermedades mortales o se busca y condena a los asesinos, la muerte después de todo es inevitable.
La Gran Nación Libre del Mundo (ironías, yo? nunca) tiene en su jardín una Postal del Tercer Mundo, como la que tantas veces ha reflejado exageradamente Hollywood. Por lo pronto la están tratando como tal, haciendo lo que mejor hacen, enviar soldados que disparan primero y nunca preguntan (esto explica muchas cosas, la verdad).
Toda esta situación me genera muchas preguntas sobre el futuro, si cambiarán las cosas de rumbo o seguirán sin más emparchadas con excusas baratas para niños de 3 años. Sólo queda esperar...

Unknown dijo...

Es curioso lo que decís: una postal del tercer mundo en el patio trasero de la Democracia que todos queremos copiar. Es muy curioso.
Leo los diarios y veo que ahora buscan culpables, negligencias, retrasos. Algún culpable que excuse las falencias.
¿Y la gente muerta? ¿Y las necesidades insatisfechas que surgen del desastre? ¿Y los que se quedarán irremediablemente sin nada?
Es muy curioso, porque los diarios cubren hoy una noticia esplendorosa (para aumentar las tiradas), algo similar a lo ocurrido en Indonesia.
Pero la bomba mediática pasa: surgirá un asesino, ocurrirá un accidente, una invasión, cualquier cosa, y la anegación de New Orleans pasará a la historia, como los atentados de Madrid y Londres, las invasiones de Afganistán e Irak, la retirada de Gaza.
El morbo, o qué es lo que mantiene en vilo a nuestra sociedad.
El problema son las víctimas -esos miserables- que permanecen sobre o bajo la tierra de la catástrofe. A ellos no se las cuenta ninguna cadena televisiva y son, por así decirlo, alimento de las estadísticas.
Es muy curioso que no se repare en el bombardeo mediático, burdo, del que somos objeto.

Anónimo dijo...

"Por supuesto".
Yo, Sr. Panizza, ud. lo sabe, soy una especie de amante del caos, de cuando se desata el más completo desorden. Porque ahí es cuando, parafraseando a Labruna (y bueno, che) se ven realmente los pingos. De repente, la Naturaleza le pegó un bife a mucha gente. Y precisamente, esa gente se porta igual en África, en Indonesia, en Finlandia o en Mar del Plata. Y claro, hay que sobrevivir. ¿Y qué se hace para sobrevivir, ante la acefalía? Un grupo de rugbiers chetos de Montevideo come culos humanos en la Cordillera de los Andes, para empezar y para no dar más ejemplos. Acá habría que haber leído algo de Hobbes y Locke y Rousseau sobre contratos sociales, estados de naturaleza y esas cosas. A ver si efectivamente somos tan buenitos. La acefalía total, la anarquía absoluta, no debe haber un sentimiento más vertiginoso y alucinante. Pero ni ud. ni yo nos vamos a cruzar para ese lado, a menos que... ¡epa! ¿y si...? Entonces un presidente deja caer toda la fuerza de la Ley de un Estado de Derecho como Dios manda, de la Mejor Democracia del Mundo, y ¿qué es un Estado? El monopolio del aparato represivo. ¿Algo más que eso, es? Eso es lo que me pregunto yo. ¿Es algo más que eso? El resto son papelitos de colores.

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