Ultimamente me retengo frente a la hoja en blanco, como traumado de tanto invento literario desconocido. Entonces rebota una pregunta: ¿escribo para mí o para el reconocimiento? ¿Busco(me) en mis escritos o intento demostrarme? ¡Cómo si fuese fácil explicarse! ¡Qué difícil se me hace hablar de mí, cuando podría inventarme tantas veces!
Estoy solo en una madrugada sin estrellas. Descanso del trajín diario, de la locura ansiosa que precede a mi compra de un trozo de tierra. Es gracioso ver como me altero por una mísera firma, un poco de tinta que me hará soberano de un minúsculo mundo personal.
Escucho música en soledad, me vuelo entre corcheas y acordes. El reflejo del ritmo me hace mirar la ventana, con sus cristales me devuelve la nada de la calle, el vacío de una ciudad sin habitantes. El universo -mi universo- explota con sensaciones de inestable calibre. De a ratos me creo enorme, luego empequeñezco para volver a crecer. A creer.
Una espiral literaria: así me definiría.
La lluvia se desprende de las nubes, cansina. Primero una gotas de avanzada seguidas por un lacrimoso ejército. Quisiera explicar el mundo con sencillez pero lo complejo se me hace inevitable. Hoy me siento positivamente retorcido, como un loco que no toma su medicación a propósito, esperando el delirio, la montaña de incongruencias, el deseo de llevarse puesta la realidad. Pero no estoy loco, ¡cómo podría perder el equilibrio un surfista si eso lo obligaría a renegar de su esencia!
La oscuridad se dobla sobre sí, abrumándome antes de dar paso a los primeros rayos de luz. Un resplandor rojizo asoma allá donde adivino el río. Un amanecer de riberas y soledad. En este día bastardo de noches y amaneceres abundan recuerdos y ganas de un desayuno con facturas.
¡Por qué no!
Algo me impide salir de la casa, siqueira de la habitación. Será la lluvia; una fiaca imposible; las ganas de acurrucarme en la cama y sentirte cerca. Será otra vez la lluvia, que me recuerda un día de tormenta y olas en el que no alcanzaba a ver la playa cuando un sexto sentido me guió encendiéndome el alma. Será el viento, que me despeinaba mientras levantaba la mano para entrar a la cancha en el partido de mi vida. Serás vos, que volves con fuerza desde la cama, como el día en que me convenciste negándome, negándote, negándonos para unirnos por siempre. Viéndote dormida no puedo pensar más que en escribir obviedades y desvelos. Así me descargo en tiempos de crisis, de nostalgia.
Esta noche mucosa me evoca noches de conversación; eran las tres de la mañana cuando decidimos cortar, ¿quién se levantaría al otro día, para ese mugroso empleo? La sensación ésa: la necesidad de expresar algo sin conocer la forma correcta, es la misma que tengo hoy. No desesperen lectores, la técnica se va puliendo, los yerros de hoy se convertirán en las genialidades de un mañana que no termino de aceptar. Afuera la lluvia continúa y yo -apagando el velador- doy por finalizada esta sesión, que tengan un buen día y una feliz catarsis.
Somos lo que somos, pero también somos otros: los inventores de una realidad literaria que -con justeza y tremendo esfuerzo- está imponiéndose a esa otra realidad (general) que se proclama verdadera.
"(...) Es atractivo entonces el pscioanálisis porque todos aspiramos a una vida intensa; en medio de nuestras vidas secularizadas y triviales, nos seduce admitir que en un lugar secreto experimentamos o hemos experimentado grandes dramas, que hemos querido sacrificar a nuestros padres en el altar del deseo y que hemos seducido a nuestros hermanos y luchado con ellos a muerte una guerra íntima y que envidiamos la juventud y la belleza de nuestros hijos y que también nosotros (aunque nadie lo sepa) somos hijos de reyes abandonados al borde del camino de la vida. Somos lo que somos, pero también somos otros, más crueles y más atentos a los signos del destino. (...)"
Ricardo Piglia, formas breves
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