martes, septiembre 27, 2005

Hijos del ayer.

Lemures: fantasmas de los padres, reflejos de una antigüedad perdida. Me pongo de espaldas en el balcón y lanzo mi alimento: una hoja a medio escribir, una birome, una goma. Los imagino contentos por mi locura, extrañamente lejos, profundamente cerca.
El frío de la noche se hace nítido, lo siento en la piel como una garra que atenaza músculos y huesos. Pobre frío nocturno, no sabe que es el corazón -el de los antiguos romanos y el mío- la fuente del calor que mantiene el rito. Pido perdón a los antepasados e imploro clemencia. Sé que no puedo mirarlos, los ofendería con mi prepotencia.
La puerta del balcón se cierra y pienso en la locura de mis actos: por la ventana tiré un escrito informe, un aborto literario que nunca verá la luz. No importa, me convenzo, es parte del rito: es necesario un sacrificio.
El año que viene volveremos a encontrarnos, tras un mágico velo de noche y bruma; yo de espaldas arrojando sueños, ustedes de frente recogiendo mis tributos.

Niño errante.
(Dedicado a los viejos, que hace dos años viven en Málaga).

No hay comentarios.:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...