El sábado me recibe mal: La llovizna me salpica la cara, obligándome a pestañear.
Encima casi no dormí y todavía me duele el cuerpo por el palo-snowboard. Todo me invita a pensar que voy a jugar como el culo, hoy. Pero me deja tranquilo saber que estoy otra vez tiritando en la cornisa.
Y es que el equilibrio, papay, es mi mayor fortaleza.
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