Hace once años cometí un delito. Surfeábamos en playas prohibidas para los surfistas, mucho balneario privado con buenas olas. Entrábamos y salíamos por las piedras con el bañero gritando desde la playa (¡pobre imbécil!). Un día se rompió la pita de un amigo (pita: cintita que ata la tabla al pie) y tuvo que salir a la arena para buscar su tabla. El bañero lo esperó y lo boxeó.
Esa misma noche, en enero, un comando de adolescentes vengativos incendió la casilla del balneario mientras bailaba al brillo del fuego y la luna.
"No hay desgracias para los corazones débiles. La desgracia quiere un corazón fuerte".
Fiodor Dostoievski.
4 comentarios:
Mas vale una confesión tardía que un castigo postumo.
Gracias caballero, es reconfortante recibir su comprensión.
Cordialmente,
Yo.
Asi se hace, de surfista y skater a surfista e incendiario se lo digo.
pablo: muchas gracias. Espero que demuestren el mismo apoyo en la corte.
Cordialmente,
Yo.
P.D: me emociono.
P.D2: fue un acto de justicia.
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