Ya no llovía cuando salí.
El cielo se había descargado de lo lindo y no le quedaba nada por tirarnos. El sudor o las lágrimas de la ciudad se dejaban caer desde las paredes, como una transpiración pegajosa.
Miraba el cielo mientras volvía a mi casa, un cielo sin estrellas. Me sorprendían las luces que rebotaban contra la pátina gris que formaban las nubes, incendiándolas.
Me sorprendió, también, la voz de Cochito:
-Son tiempos de cambio, Mané, tenés que dejar de correr.
Me paré. Me di vuelta y lo miré un rato. Asentí en silencio, como aceptando una verdad sabida. Después, metí las manos en los bolsillos y seguí caminando.
Ya no llueve en la ciudad, pensé, y tampoco sobre mí.
4 comentarios:
Muy bueno, estimado.
Agradézcole la visita, caballero.
Cordialmente,
Yo.
ah me gusta la melancolía de tus letras
Me alegro que te guste.
Cordialmente,
Yo.
Publicar un comentario