Temí que no me quedara una sola cosa capaz de sorprenderme. Temí que no me abandonará jamás la impresión de volver.
Borges, el aleph.
Pero no fue ansí, Jorge, fue tan diferente.
Nos juntamos en la casa de los Celli, aunque debo adecir que no fueron todos, para recordar aquellos años en los que el tiempo pesaba menos y las manías eran otras, livianas, juveniles. Nos juntamos después de una parva de años que se fueron montando unos sobre otros sin que nos diéramos cuenta y que, de repente, en los días previos a la reunión, esta faraónica reunión de voluntades y sueños y recuerdos, se mostraron con todo su peso.
Sentí que redescubría algo que me era familiar pero que de algún modo había cambiado y, quizá por ese cambio, o por la distancia, o por lo que el tiempo y la distancia obran en las cosas y las personas y en los recuerdos que tenemos de las cosas y las personas, me sorprendió su novedosa familiaridad.
Entonces, Jorge, me descubrí volviendo a un lugar que no conocía. Y quizá por eso, por esa ignorancia breve, después de mucho tiempo, sonreí.
2 comentarios:
Que bueno descubrir, descubrirse en esas situaciones.
La verdad que es muy gratificante.
Besos,
Yo.
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