El día comienza con pereza, estirándose desde el horizonte hasta llegar a mi cama.
Me despierto con un sabor pastoso de sueños truncos y realidades pegajosas. El trabajo espera afuera de la cama, igual que'l cepillo de dientes.
Llego a la oficina sin desayunar y empieza la triste vulgaridad de lo cotidiano (Antonio Berni dixit). El mundo se ha convertido en ese engranaje perfecto soñado por los fordistas; un bicho gigantesco, madre de otros bichos diseñados para comer, que viven gracias a muchos bichitos diseñados para ser comidos.
¡Qué aburrido todo esto!
Entonces descubro la ventana, trunca por rejas que dan (+) seguridad y (-) libertad, del otro lado hay un jardín marchito, inalcanzable. En una rama veo un gorrión sin pedigree que mueve su cabeza a un lado y al otro. ¿Me ve? ¿Me estudia? ¿Le importo?
Entonces canta, y su torpe canto me eleva y me hunde, me vuela con el viento, me pierde entre nubes de algodón manchadas con aceite.
No importa, la triste vulgaridad cotidiana ya es sólo un recuerdo, como mi escritorio y mis entumecidas manos, caminando sobre el teclado.
3 comentarios:
uf, qué sueño tengo.
Triste.
Saludos.
¡Y con este calor!
Abunda el malhumor, el sueño y la tristeza.
Cordialmente,
Yo.
Publicar un comentario